A Maxi le gusta hurgar en la basura. Y sacar la mierda de otros. “No huele tan mal”, piensa, cuando descubre tesoros deshechos. Patos de goma, bollos roídos, ropa nueva y sucia, pasada de moda. Se pinta los labios con una barra roja que encontró en el cubo del chalet con cortinas de hormigas. Como nueva. Deja la boca brillante, suave, como terciopelo de cabaretera. Y Maxi se siente grande. Sonríe. Hoy ha tenido suerte. Saca del carrito un espejo acribillado y se mira, se remira. Vuelve a sonreír.
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