Aquel niño que todavía residía en la Colonia Marconi, un humilde barrio obrero de la capital, muy castigado por la prostitución, acababa de cumplir un deseo con el que ni siquiera había soñado. Si un brujo le hubiera vaticinado cinco años antes a Pedro González, electricista y empleado de la base aérea de Torrejón, que su hijo pequeño algún día sería titular con el Real Madrid, quizá incluso hubiera torcido un poco el gesto. Don Pedro era un encendido forofo del Atlético y todos los domingos acudía con Raúl al estadio Vicente Calderón.
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