Era un día normal, cuando el ciudadano norteamericano Michael Woolman, asistió al hospital Baylor en el estado de Nebraska, para realizarse una cirugía menor: de amígdalas y senos paranasales. Como era de esperar todo salió bien. Bueno, casi todo, porque una vez terminada la intervención, Woolman descubrió consternado que su médico tratante le había introducido un dispositivo GPS de rastreo.
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