En las poliarquías, donde el triunfo de la mercadotecnia se impone a los proyectos políticos, el voto útil cobra una relevancia desmedida. Los argumentos políticos ceden paso al miedo. Es una especie de farsa donde se le ven las orejas al lobo. Todo es válido para sacar del poder a quienes han defraudado, incumplido y hecho de la política un trasiego de meretrices.
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