La paella, la calidez de sus gentes, el buen comer... Si hiciéramos una encuesta acerca de los rasgos que consideramos que caracterizan a este país, probablemente estos estarían entre las opciones más repetidas. Sin embargo, aunque no falten a la verdad, hay una que todavía nos distingue más de nuestros vecinos del norte: el egoísmo.
Nos lamentamos continuamente de la bajeza ética de nuestros gobernantes, de lo podrido que está el sistema, del Estado de bienestar que están dinamitando a base de robarnos. Lo que podría parecer una serie de casos aislados -si es que eso existe-, cuya única relación entre sí es el ostentar poder y aprovecharse de él, tiene unas raíces mucho más profundas. Para excavar en ellas, tan solo hemos de observar a nuestro alrededor: ¿Quién no conoce -o es- a un oficinista que utiliza la impresora del trabajo para imprimir las entradas del cine, los apuntes de sus hijos o los billetes de avión? ¿A quién no le han ofrecido alguna vez realizar un pago 'en negro' en una tienda de muebles, de cocinas o de reparaciones a cambio de ahorrarse el IVA?
Evidentemente, las dimensiones de la estafa son diferentes si hablamos de un político que infla los precios de las obras públicas que si es un albañil el que no paga los impuestos correspondientes. Estas malas artes pueden justificarse más en aquellos que menos tienen, pues sus acciones tal vez sean movidas más por la necesidad que por la codicia. No obstante, el político que nos roba, el oficinista que se lleva material a casa y el autónomo que decide no cobrar el IVA demuestran una actitud común: todos priorizan su bienestar individual frente el colectivo (que se presupone que está protegido por normas y leyes).
Es el gran mal de la sociedad española, su rasgo característico menos evidente y fuente de muchos de los males que nos acechan. No nos creemos parte de algo más grande que nosotros y nuestro entorno más próximo, por cuyos intereses velamos. Nos hemos atomizado, no somos una sociedad, sino individuos que viven cerca. Mientras sigamos pensando en términos de qué me conviene a mí y no de qué es mejor para todos, la corrupción, la avaricia y la insolidaridad guiarán la vida política y social de esta España en 'B'. Como dijo alguien que no recuerdo (y poco importa), "que el cambio que quieres ver en el mundo empiece por ti mismo".