“Con Calatrava llegamos a la incompatibilidad, a la humillación, al insulto personal por su parte, a la pelea a cara de perro a medida que iba aflorando esa gran vanidad suya”. Así resume Enrique Amigó, entonces técnico responsable de proyectos singulares del Cabildo, los entresijos de la construcción del Auditorio de Tenerife. Un proceso en que abundaron los desencuentros que multiplicaron por cuatro el presupuesto.
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