Arsenales de armas de fuego de oro y diamantes, parrandas orgiásticas animadas por artistas de renombre mundial, mansiones delirantes… Estos son algunos de los antojos más llamativos de los traficantes de drogas, en los que confluyen dinero a mansalva y un gusto cuando menos “dudoso”. Del Testarrosa de Sito Miñanco al zoológico de Pablo Escobar.
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