Aunque la Cidade da Cultura llegara a completarse algún día, ocuparía ocho veces menos que los dominios de la Iglesia en la ciudad. La curia, eso sí, es mucho más discreta que el complejo de Eisenman. Nada, salvo las escrituras de propiedad, revela quién es el dueño de las viviendas que el Arzobispado tiene dispersas por el casco urbano de Santiago, desde Conxo hasta Fontiñas.
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