Lo que comienza con un simple trámite para darse de baja se convierte, como en las mejores historias de Kafka, en un calvario para este sufrido usuario, que no sólo no consigue que le den de baja si no que le van añadiendo productos, una segunda línea, entrada en la lista de moroso y hasta una carta de un buffet de abogados exigiendo el pago de la supuesta deuda. No importa las llamadas que haga, los burofax que envíe, que acuda a la OMIC...
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