Los descansos para comer no existen. Mientras los turistas disfrutan de sus vacaciones, en un hotel de Palma de Mallorca los empleados ejercen de esclavos. La semana laboral tiene seis días, uno de ellos sin declarar. Los turnos se solapan unos a otros y no pasan las doce horas reglamentarias entre cada uno de ellos. El propio director del hotel, el cual utiliza una política de terror, para no contratar a más empleados trabaja como recepcionista de vez en cuando. Todos hacen "un día de más y así la empresa se ahorra un empleado". Y aún más...
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