La idea de que quienes nos discriminan son enfermos —la propia palabra homofobia incorpora en su composición un término usado por la psicología y la psiquiatría para designar un trastorno, un tipo desproporcionado y patológico de miedo— parece cerrar el círculo que comenzó cuando ellos nos colgaron a nosotros el mismo sambenito. Tomá, el enfermo sos vos, no yo. Pero no es así.
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