Se trata de una imagen de 50 centímetros, envuelta en un manto con filigranas doradas y rematada por un cráneo verdadero, con ojos de vidrio pintados de celeste, una peluca y una corona de plata. Los curas católicos aseguran que el cráneo no es de un humano sino de un simio y que la corona es de latón. "Una figura que llena de espanto".
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