Nuestro legislador, frecuentemente, tiene la tentación de promulgar leyes que sean absolutamente pioneras, asombro y pasmo de la comunidad internacional. A veces dan en el clavo, como el reloj parado que da la hora correcta dos veces al día, y un ejemplo perfecto vendría a ser la ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando la génesis legislativa requiere algo más de técnica y conocimientos jurídicos, o precisa de mecanismos de financiación importantes, en cambio, suelen fastidiarla bastante.
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