A Johann Cruyff le encantaba un chaval llamado Sergi López, creía que podía ser el líbero del gran Barça que crearía después. Las lesiones evitaron que lo fuera, aunque el fútbol le dio una Copa y una Recopa en las filas del Zaragoza. Amaba tanto el deporte que era su profesión que durante los partidos que no jugaba, se subía a la grada, de incógnito, a animar y cantar sin parar. Hoy se cumplen cinco años de que un tipo excepcional decidió quitarse de en medio.
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