-En Suecia no nos gustan las bromas de sexo. En Suecia nos gusta follar. …y el público americano dejó de reírse; cambiaron las carcajadas por un incómodo silencio que se adueñó de toda la sala. Estaban viendo el monólogo de un comediante y no esperaban una frase tan dura que cortara en seco sus carcajadas. Pero eso era justamente lo que pretendía el entrañable humorista: hacerles sentirse violentados, cuestionados, ponerles de golpe frente a sus propios tabúes… “¿esto es humor?”, se debieron haber preguntado.
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