Empezó como una moda de ésas que generan ardores estomacales y encienden de ira a los que no creemos en el buenrollismo, los colorines como bálsamo espiritual o las citas de Paulo Coelho. Hasta ahí, bien, soportable al menos. El problema vino cuando la moda de los cupcakes se alió con las libretas de corazones, las fans de Amelie, los amigurumis amorosos, la palabra cuqui, el Pinterest, los diseñadores de tocados de fieltro, el washi tape y todo lo artificialmente bonito. Dicha alianza para la muerte recibe el nombre de malenismo...
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