En las ciudades medianas o pequeñas uno ve que quedan 18 minutos para su siguiente autobús y no se altera. En las grandes, la cosa cambia; nos entra el impulso de salir disparados si vemos que el metro entra en el andén y el siguiente no está programado hasta dentro de, buf, cinco minutos. En las regiones más apacibles, la comida, su preparación y su sobremesa pueden detener la jornada laboral por más de una hora. En la City de Londres no es tan difícil ver a consultores comer a la vez que camina hacia su puesto de trabajo.
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