Según Schweinberger, casi todas las caras en nuestro entorno tienen una configuración muy similar: sus rasgos –los ojos, la nariz, la boca– están ordenados espacialmente y proporcionalmente de una manera muy homogénea. La falta de contraste debería aumentar el grado de complejidad de la tarea de identificar a un rostro de otro, pero eso no parece ser un problema para los humanos. “Nuestro trabajo tiene relevancia por ejemplo en los pacientes con prosopagnosia, que le impide a un paciente reconocer las caras de personas conocidas”.
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