En este artículo trato de demostrar como la aplicación de estas técnicas no aumenta necesariamente la eficiencia del servicio ni ahorra costes a las arcas públicas, sino que probablemente su mercantilización lo acabe convirtiendo en un servicio más caro, ineficiente y de peor calidad, debido a las propias características económicas de los servicios sanitarios y a los nuevos incentivos que surgirían al entrar el sector privado en su gestión.
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