Si has pasado la barrera de los 30 años, es altamente probable que si alguien te pregunta “¿Qué es La Masía?” respondas sin titubear: “Aceite puro de oliva”. El multitudinario anuncio de La Masía (1981) pertenece a una época en la que la tonadilla machacona era el argumento persuasivo por defecto de los anuncios: instalar un “gusano de oreja” en el cerebro del consumidor que se active en el momento de pasar por la balde correspondiente del supermercado. ¿Qué turrón compro? ¡El Loboooooo!.
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