Lo sorprendente de este estado de cosas es que la solución a tanto despropósito político existe, es evidente (cuando se conoce) y tremendamente fácil de poner en marcha. Para ello hay que seguir una receta básica: En primer lugar, saber qué es y en qué consiste la libertad política, comprender lo que es una Democracia formal; en segundo, exigir el derecho a esa libertad siempre, y no admitir para esa libertad ningún sucedáneo, componenda, o subterfugio (como el del “voto útil”, por ejemplo).
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