#10 El agua allí no depende tanto de la lluvia (muy escasa) como de su acumulación en bolsas subterráneas, lo que se denomina capa freática. Los análisis practicados al terreno indican que, cuando se produjo la Gran Sequía, los desesperados anasazi trataron de hacer canalizaciones para salvar sus cosechas y lo que consiguieron fue el efecto contrario: provocar una acumulación de sedimentos que hundió más profundamente esa capa freática, arruinado la tierra para el cultivo. Sí es posible que emigraran a otros sitios con algún recurso hídrico, aunque fuera pequeño, por lo que sólo se habrían hecho nómadas circunstancialmente y luego volverían al sedentarismo.
#24 En la foto de perfil le han quitado el ristre, en efecto, de ahí los agujeros. En cuanto a los guanteletes, suele pasar a menudo que no se sepa si corresponden a una armadura o no. Por otra parte, la armadura no se conserva completa y en esos casos suelen completarse con otras piezas. De hecho, la colección real tiene varios pares de guanteletes y no está claro si alguno corresponde.
#9 No estaba en primer línea, obviamente, pero sí en algunas batallas, al igual que Francisco I (que cayó prisionero suyo en Pavía), porque aún tenían esos ribetes medievales (hasta se retaron a duelo dos veces). Carlos V participó en la toma de La Goleta, por ejemplo. Y en Innsbruck tuvo el frente tan cerca que los suyos se vieron obligados a llevárselo a toda prisa en una silla de manos (estaba cojo por la gota) para que no fuera capturado. En Mühlberg persiguió a caballo por un bosque al duque Juan Federico de Sajonia.
#17 Es cierto que Llorente no es la mejor fuente en algunos aspectos, sobre todo los numéricos, pero en otras cosas descriptivas es perfectamente válido si se filtran adecuadamente sus visiones personales. Por otra parte, el caso de Juan de Salas no está atestiguado sólo por él sino que, como indica -y adjunta- el artículo, se conserva el expediente del proceso.
Hay una explicación en el propio artículo, si os fijáis. Es un estudio basado en restos óseos de caballos ingleses. Una serie de condicionantes, como el carácter insular de Inglaterra, más su relativa pobreza y otros, hicieron que el país quedara un tanto al margen del desarrollo equino que hubo en el continente, de modo que el tipo de caballo que había en la Antigüedad -pequeño, similar al pony- apenas experimentó una evolución importante (no hablo en términos darwinianos sino de selección de razas). Por esa razón los ingleses intentaron importar caballos de diversos sitios, pero se encontraron a menudo con leyes que prohibían exportarlos. En la Península Ibérica, por ejemplo, donde a partir de Alfonso X se castigaba con pena de muerte y pérdida de bienes; "cosa vedada", se denominaba. El caballo andaluz sería demandado en toda Europa, pero a finales ya del Medievo.
#7 Es raro. No sé por qué a veces funciona y otras veces parece que no. De hecho, a veces me he cortado de subir algo porque me extrañaba que no estuviera ya, aunque no saliera en el buscador. En fin, nada, gracias; no te preocupes. De esto no se muere... creo
#12 Pues sí he estado en una boda en Galicia, la de mi hermano; en La Ramallosa, cerca de Nigrán, para ser exactos. Y en efecto, digamos que es otro nivel de pantagruelismo.
#1 Eso es verdad. Alto coste humano y material. A la postre para nada más que por la cuestión histórica, ya que la ruta al Maluco no se usaría: Carlos V la vendió y Portugal ya tenía la suya africana.
El garrote original era sólo una soga en un poste (lo de la punta en la nuca fue posterior, cuando se sustituyó la cuerda por una argolla metálica que, de paso, también aplastaba la garganta), pero la diferencia estaba en que, en efecto, resultaba más rápido que la horca. Con el garrote se daban dos o tres vueltas a una barra que se cruzaba enmedio y se rompía la tráquea del reo. En cambio, la horca era muy lenta porque el reo, como muestra la imagen del post, debía subir por una escalerilla que luego se retiraba, dejándole colgado asfixiándose y pataleando durante bastante tiempo (a veces el verdugo tiraba de las piernas o incluso se subía a hombros para acelerar el proceso); un espectáculo infamante que por eso estaba reservado al pueblo llano, teniendo los nobles derecho a una muerte rápida por decapitación. Los ahorcamientos con la clásica trampilla que se abre (produciendo la rotura instantánea de las vértebras cervicales) no se introdujeron hasta bien entrado el siglo XIX.