Me ha recordado una canción de Sabina, que se podría aplicar a casi cualquier miembro del gobierno.
El más capullo de mi clase (¡que elemento!)
llegó hasta el Parlamento
y, a sus cuarenta y tantos años,
un escaño
decora con su terno
azul de diputado del gobierno.
Da fe de que ha triunfado
su tripa, que ha engordado
desde el día
que un ujier le llamó su señoría
y cambió a su mujer por una arpía
de pechos operados.
Y sin dejar de ser el mismo bruto
aquel que no sabía
ni dibujar la o con un canuto.
Es así de triste. Y este presidente (ni el anterior, ni el otro) no tiene ni idea de economía, ni de idiomas o de cualquier materia básica que se exige al solicitar un trabajo.
Son simplemente profesionales de hablar en público, trileros que te convencen de lo que sea sin tener ni puta idea de lo que están hablando.
Y son los que deciden nuestro futuro y el de nuestros hijos.
El más capullo de mi clase (¡que elemento!)
llegó hasta el Parlamento
y, a sus cuarenta y tantos años,
un escaño
decora con su terno
azul de diputado del gobierno.
Da fe de que ha triunfado
su tripa, que ha engordado
desde el día
que un ujier le llamó su señoría
y cambió a su mujer por una arpía
de pechos operados.
Y sin dejar de ser el mismo bruto
aquel que no sabía
ni dibujar la o con un canuto.