Hoy es mi último día. A partir de mañana regresaré a mi casa, a muchos kilómetros, y aunque seguramente siga leyendo la web y participando a veces con otro nombre, ya no tendré tiempo ni seguramente ganas para escribir artículos.
Ha sido un placer recuperar este viejo vició más de veinte años después. En aquel entonces no existían los comentarios de los lectores, pero había gente que se tomaba la molestia de mandar una carta al director, o de hacer una llamada para llamarte cerdo, cabrón, hijoputa, mentarte los muertos o amenazarte con unas hostias que luego te daban o no.
En este país siempre nos gustó mucho convertir en violencia las diferencias de opinión, en batallas los debates y en purgas los congresos de los partidos, así que me parecía normal.
Lo que me ha parecido más curioso ahora, al volver a las andadas, es que en este sitio hay muchos usuarios que en vez de insultarte te psicoanalizan. Y no me pasa sólo a mí: ya me lo habían señalado antes y no me lo podía creer, pero es cierto.
Aquí escribes un artículo que no gusta y siempre sale media docena a señalar qué clase de complejo tienes, cuales son tus carencias emocionales, si eres o no Aspèrger, o si estás reprimido, en la fase oral, anal o pancreatítica. Aquí escribo barbaridades, porque es lo que me divierte, y en vez e insultos recibo psicoanálisis. Y como yo, otros muchos. Casi todos. Es alucinante.
Sin ánimo de ofender, por esta vez: ¿De dónde demonios sale la clase tan peculiar de gilipollas que puebla este sitio y que no se ven en otros lados? ¿Es este el reducto de los psicólogos en paro? ¿Es el aparcadero oculto de los terapeutas fracasado, de los psiquiatras sin licencia o qué pasa? ¿Es opinión común por aquí que los comentarios sobre la salud mental de alguien son más aceptables que los comentarios sobre su inclinación sexual o sus defectos físicos? ¿No me puedes llamar bollera pero me puedes llamar tarada? ¿Va de eso?
Un sitio donde nadie se atrevería a llamar bizco a otro, donde nadie me llamaría fea, donde nadie me llama zorra, me llaman loca, desequilibrada, disléxica, acomplejada y no sé qué mas. Y hasta hay artículos y comentarios enteros burlándose de la salud mental de otros y comentándola, o señalándola, como si fuese lo más normal del mundo.
No soy partidaria de lo políticamente correcto ni me molestan, en general, los insultos directos, pero me ha llamado la atención la frecuencia con que estos derivan hacia lo psicológico y psiquiátrico en este sitio y la tremenda permisividad que se sostiene hacia esta clase de ataques.
A mí me da igual. Me podéis llamar puta o loca sin problemas, o incluso puta loca (más común) sin que me lo tome a la tremenda, pero no quería marcharme sin señalar esa peculiaridad, tan propia de Menéame.
Chicos... Colegiaos o dejadlo. Que la mayoría ni siquiera sois argentinos, ¿verdad?
Feliz Año Nuevo.