Estamos en 2019 y en mi país sigue siendo un tabú -al menos en los ámbitos oficiales- que un partido a la izquierda del PSOE ocupe ministerios en un gobierno de coalición. La última vez que sucedió algo así fue en 1936, un dato que sirve para que se aplique la brocha gorda y se concluya "que así salieron las cosas", lo que lleva a pensar que -tal vez- la dichosa transición, entendida como la normalización española con respecto al paradigma europeo, solo se concluya cuando lo impensable ocurra y los (ponga aquí "rojos", "populistas" o "perroflautas" si está escandalizado ante esta posibilidad) entren en el gobierno.
Como diría cierto señor, no es cosa menor. Hay que tener en cuenta que la anterior posibilidad para alcanzar el mencionado paradigma europeo (ya saben: un Estado que no permita un festival de cloacas policiales pinchando teléfonos, apuñalando dermatólogas, inventándose dossieres falsos para hundir a la oposición, o un Estado que no consienta que su máximo representante se forre cobrando comisiones con la complicidad del aparato institucional) se frustró porque un fisiólogo que hablaba varios idiomas tuvo escrúpulos en fusilar gente.
No se escandalicen todavía, que lo explico mediante ese recurso tan jugoso que es la ucronía: a finales de 1938 era público y notorio que un sector del gobierno republicano y de sus fuerzas armadas estaba convencido de que la guerra estaba perdida y que, por lo tanto, la política de resistencia a ultranza defendida por el presidente del gobierno, Juan Negrín, no tenía sentido alguno.
El cálculo de Negrín, sin embargo, se reveló más realista que el de Besteiro o Jurado, que contaban con la clemencia de Franco una vez depuestas las armas. Negrín (y todo cristo en Europa por aquellas fechas) sabía que era inevitable el estallido de un conflicto entre la Alemania nazi y Francia e Inglaterra. Si la República resistía hasta ese momento, el gobierno declararía la guerra a Hitler y -a regañadientes- las potencias democráticas tendrían que hacer lo que no habían hecho durante tres años: apoyar al gobierno republicano. Y oigan: teniendo en cuenta que, tras el golpe de estado de Jurado en Madrid, que llevó al colapso de lo que quedaba de la República, el nuevo estado franquista fusiló a unas 80.000 personas en 10 años, lo mismo no era una conjetura tan disparatada.
Termino entonces enunciando esa posibilidad perdida: Negrín, haciendo caso (por una vez) a los informes del Partido Comunista, detiene, juzga y fusila a Besteiro, Jurado y una veintena de derrotistas más. La República resiste hasta el 2 de septiembre de 1939, momento en que -como hemos intuido- declara la guerra a Alemania. Francia e Inglaterra imponen un bloqueo naval a la zona franquista y permiten la compra de armas por parte republicana; para evitar un colapso inmediato, durante la llamada "Phoney War", desembarcan tropas en Cartagena y estabilizan los frentes. Entre mayo y junio de 1940 Francia es derrotada; acto seguido formaciones alemanas cruzan la frontera y, ahora sí, con su ayuda liquidan el estado republicano... que sigue existiendo en el exilio, junto al belga, noruego, holandés, polaco o checo. El maquis, apoyado por el SOE británico, alcanza niveles considerables y la represión es terrible. En 1944-45, con la liberación de Europa, cae el régimen franquista. Se constituye un Consejo Nacional de Liberación, basado en los Trece Puntos de Negrín, se decreta una amnistía y el Partido Comunista -como en Italia- sufre los efectos del interés aliado porque se respeten los acuerdos de Yalta, en los cuales España quedaría firmemente en la órbita occidental. Lo importante es que, desde 1945 en adelante, habríamos tenido una democracia y, desde el año 1950, un "milagro económico" equiparable al italiano. Ahora seríamos un país más rico, con una democracia de más calidad (aunque solo fuese por la inercia del tiempo) y en el que no fuese un escándalo impensable tener ministros de izquierda en el Consejo de Ministros.
Pero no fue así: aquí ganaron los malos y luego se hizo lo que se pudo. Y ese "lo que se pudo" quedará en bastante poco si en noviembre se repiten las elecciones y el bloque de derecha se impone, haciendo bueno el adagio que me repito cada mañana tras leer las noticias: qué fácil es ser de derechas en España, joder. Se lo damos todo hecho.