Las noticias falsas o ahora llamadas ‘fake news’ no son un fenómeno reciente. Y es que el uso de los bulos ha sido utilizado con fines partidistas en un esfuerzo de desacreditar al bando contrario no es nuevo. En la I Guerra Mundial diarios británico como el The Times y The Daily Mail se hicieron eco de ciertas informaciones provenientes de Bélgica, en las que aseguraban que las fábricas alemanas se dedicaban a extraer grasa de los cadáveres para fabricar aceites y velas. Incluso de que convertían la carne en comida para animales.
Pero todo provenía de una traducción errónea e intencionada. En alemán la palabra ‘kadaver’ hace referencia a una res muerta, lo que demuestra una clara campaña de desprestigio hacia los alemanes. Aun a sabiendas desde que se trataba de un bulo, nadie lo desmintió.
Son tiempos diferentes, donde la sobreinformación impera en los medios de comunicación y en la amplitud con la que pueden reproducirse en las redes sociales provoca la perdida de centralización de la fuente y la mas que posibilidad de ‘viralización’ hacen que multipliquen las falsas noticias. De hecho, se estima que las ‘fake news’ son retuiteadas un 70% más que las informaciones veraces, según Un grupo de investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Esta dinámica está presente en todas las categorías de la información, pero con más influencia en las noticias de carácter político. Claros ejemplo son la victoria de Donald Trump, el triunfo del Brexit y el “No” en el referéndum por la paz en Colombia. En todos estos casos se trató de campañas claramente polarizadas, donde las redes y los medios de comunicación habrían intoxicado las campañas influyendo en un resultado final, que en todos los casos resultaron inesperados.
En cuanto a los motivos que explican la vertiginosa difusión de las falsas noticias, señala el MIT, que los usuarios son “mas propensos a compartir información novedosa (sea real o no), en detrimento de informaciones veraces”. Además, apuntan que “las historias falsas inspiran sentimientos de temor, disgusto y sorpresa en las respuestas, mientras que las verdaderas crean confianza, alegría y tristeza”.
Los bulos y el Covid-19
Según apunta Carmen Colomina, experta en desinformación y políticas globales, “cualquier desinformación siempre responde a una intencionalidad. La clave está en descubrir qué se busca con la mentira, desde generar alarma social a través de una gamberrada hasta la desestabilización política, geopolítica o incluso económica”.
Pero ¿Quién se beneficia de los bulos sobre el covid-19? La avalancha de información sobre el coronavirus genera una gran audiencia e incertidumbre en la misma. Y es que el mensaje de la confusión suele tener un gran calado en la sociedad. Según la guerra de la información usada por Rusia, esta consiste en “vender una idea” con la idea de confundir a la audiencia con el exceso de información, especialmente en una crisis. Como ocurre en la actualidad con el coronavirus donde los científicos aún no tienen todas las respuestas derivadas de la pandemia.
“Hay una utilización política de la desinformación, primero para generar descontento sobre los Gobiernos y su gestión y después para intentar colocar los propios temas políticos en la agenda”, señala Colomina. Y es que una sociedad desinformada y asustada se sienten más vulnerables, lo que aumenta la presión sobre los gobiernos.
Pero existen otros beneficiarios. Las webs del clic. Páginas que se nutren de noticias falsas a sabiendas que las ‘fake news’ tienen una mayor repercusión y propagación en momentos como los actuales. Y es que, como apunta News Guard, “las informaciones falsas sobre el coronavirus están ganando a las verdaderas”.
Como apunta maldita.es, los bulos sobre el coronavirus son otra “epidemia”. Hasta día de hoy han detectado 471 bulos y desinformaciones sobre el covid-19. Para ello apuntan a seis claves para comprobar si la información es veraz o no. Verificar la fuente de información, leer el texto completo y no quedarse con el titular, comprobar las citas falsas de ciertos políticos, cuidado con las cadenas de Whatsapp y, por último, observar si la página es una web satírica.