Me había tomado el día libre ya que los dos pinchazos anteriores me habían repercutido de diferente modo: el primero bien; el segundo, un poco peor. Le dije a mi mujer que iría al punto de vacunación (en Montjuïc) andando, al llegar, nos encontraríamos. Pasé por la Rambla Guipúscoa, por Glòries, por Ribes, por Casp y por Tallers (nostalgia de Discos Castelló) y Tamarit. Nos pincharon con la habilidad y rapidez de quien ha practicado millones de pinchazos en los últimos meses. Le di las gracias a la infermera. Para volver a Sant Martí, decidimos volver dando otro paseo. Paramos a comer en Santa Caterina, con muchos menos guiris de lo habitual y a unos precios y raciones algo más favorables, aunque sin llegar a ser racionales y mucho menos generosos. Fuimos por la calle Princesa y tomamos un café solo, paseamos por el parc de la Ciutadella (qué grande sería sin el zoo), y seguimos por Pere IV donde estaba todo desolado y paradójicamente lleno de solares (¿Dónde está el Q3?). Pere IV tiene un encanto raro, me suena a canciones de El Último de la Fila (Manolo vive cerca de allí). Es como un lugar postapocalíptico industrial y cálido al mismo tiempo. Nadie en toda la calle, parece como si una bola de asparto de esas de las películas del oeste fuera a salir rodando en cualquier momento. Nadie salvo en un portal, donde hay un chico con un ukelele y una chica grabándolo con un móvil. Podrían ser perfectamente adolescentes haciendo un trabajo del instituto, al pasar a su lado una voz conocida y una melodía que me retrotrae al Puta's Fever o al Casa Babylon....de repente te reconcilias con esta ciudad a la que odias y amas al mismo tiempo, por que de repente te puede sorprender, de repente, sí, Manu Chao. Tuve un concierto de una canción de Manu Chao.