Caminar por la montaña, el campo, por acantilados junto al mar y por bosques frondosos tiene dos cosas en común: el placer de ese paseo, y los papelitos de mear.
Este mes he caminado por Andalucía, Galicia, Asturias, La Rioja y el Pirineo aragonés, y el elemento que no ha faltado en ningún sendero ha sido el papelito: ese pañuelito de papel que sirve para secarse después de orinar, o de hacer aguas mayores en otros casos. A veces ni siquiera es un papelito, es una de esas infames "toallitas" que tardan en degradarse milenios y que el viento deja colgando como banderines del país de la hez en las ramas de los árboles.
Pido un favor a los meneantes interesados: hagamos entre todos una campaña entre nuestros familiares y amigos. Es importante explicar que si a alguien le da asco llevarse su papel sucio en una bolsa de basura, puede entender lo desagradable que es para el prójimo encontrarse los restos de sus deyecciones. Todos queremos visitar los lugares de modo que parezca que están impolutos para nosotros. No me interesa el olor de su pis, señora, ni el tamaño de su zurullo, querido señor. Aprendan por favor a cagar y mear sin dejar huella. No hagan de los rinconcitos escondidos, esquinitas, miradores, recodos, jardinillos, praderitas y ribazos su puñetero retrete. Por favor. Lleven siempre una bolsa de plástico hermética para recoger sus papeles con sus restitos de pis. Y si les da mucho asco, lleven de excursión una pequeña herramienta para cavar (de esas de jardinería) y entierren sus heces en un agujero. Entiéndanlo: a nadie le interesa su mierda.
Y para terminar: dejen de usar las putas toallitas higiénicas. No son biodegradables ni tan higiénicas como ustedes piensan.
Gracias de antetruño.