Una nota Barry Purcell, traducida con permiso del autor. Vista en Aero.
PATOLOGÍA: ¿Qué es “ideología” y por qué es mala?
Al igual que “posmodernismo” o “feminismo”, una ideología puede tener tantos significados como personas utilicen el término. En este artículo, discuto el uso más frecuente de “ideología”: el sistema de significado abstracto aplicado a asuntos públicos. En Wikipedia (en el momento que escribo esto) se nos dice que, en el sentido althusseriano, la ideología es “la relación imaginaria con las condiciones reales de existencia”.
Tratamos a nuestras ideologías como si fuesen la única manera válida de interpretar nuestra vida social, política y económica porque todos creemos en secreto que somos mejores en “pensar” que otras personas, tal vez porque solo tenemos acceso directo a nuestros propios procesos mentales.
Sin embargo, cuando nos apegamos emocionalmente a ideologías casi arbitrarias a las que nos hemos adherido, se convierten en algo más: son armas para la infección de tu mente.
DIAGNÓSTICO: ¿Cómo sé que mi cerebro está metido en ideología?
Aquí hay una lista de verificación necesariamente incompleta. Tu cerebro podría estar en metido en ideología si:
- Cuando tu argumento se replantea cambiando las variables, lo reconoces inmediatamente como ideológico.
- Haces un contra-argumento que podría aplicarse muy fácilmente a tu propio argumento.
- Crees que cualquier persona cuyo mayor crimen es estar en desacuerdo con su opinión debe ser estúpida.
- Te quejas de que una red de personas o instituciones están tratando de silenciarte.
- Usas la frase, “Tengo derecho a mi propia opinión”, en cualquier momento, por cualquier razón.
- Consideras intolerable la idea de que poder estar equivocado acerca de tu teoría.
- Tu argumento obtiene poder de determinadas palabras o frases (tales como “mansplaining” o “apropiación cultural”) y no tienen mucho sentido sin ellas.
- Cuando tu propio argumento se utiliza en tu contra, tu respuesta es, “pero no es lo mismo porque …”.
- Te ves pasando el tiempo gritando, silenciando o rechazando las experiencias de personas en cuyos intereses afirmas haber desarrollado tus opiniones.
- Cuando escuchas un contra-argumento que no puedes explicar, sientes más enfado que interés.
- Te sientes profundamente ofendido por que un miembro ajeno al grupo te está hablando sobre un tema que consideras que debe ser discutido solo por miembros del grupo. Antes de que haya dicho nada.
- Sientes que tus miedos y obsesiones personales deben ser compartidos por otros. (Me aterrorizan las arañas, ¿qué te dice eso de las arañas?).
- Cuando tus creencias son desafiadas con una evidencia incontrovertible, se vuelven más fuertes (a esto se le llama efecto del “tiro por la culata”).
PROGNOSIS: ¿Cómo se ve mi cerebro en la ideología?
Cuando desarrollas un apego emocional a una ideología, te entrenas para adoptar una narrativa en la que toda información que aparezca deba encajar. Esto es lo que sucede cuando comienzas a adoptar una ideología.
Primero: Tu criterio de validez de las pruebas para la información que confirme tus opiniones es mucho más bajo que para la información que contradice tus opiniones.
Aceptas sin cuestionar anécdotas personales de personas que están de acuerdo contigo, pero desafían estudios científicos que lo contradigan.
Segundo: Consideras cualquier crítica a tu ideología como un ataque personal.
La mera expresión de una opinión diferente, o incluso el preguntarte cómo has llegado a adoptarla, supone negarte algún tipo de humanidad: te parece sumamente ofensivo y un rechazo hacia tu persona. Interpretas estas preguntas como parte de una inexistente maquinaria de opresión con el abuso de términos como “privilegio masculino” o “privilegio blanco”. El compromiso crítico objetivamente neutro (tal como una declaración provechosa de hecho incontrovertible) se toma como abuso o intimidación.
Como corolario, constantemente enmarcas cada discusión como si fueses la víctima. Depende tanto de tu argumentación ser la víctima que incluso inventarás una victimización que no se aplica a ti solo para hacer valer tus argumentos. La inexistente “guerra de Navidad” sería un buen ejemplo de esto.
Tercero: Eres reacio a aprender algo de cualquier persona que no está de acuerdo con tu ideología, incluso en áreas no relacionadas con esa ideología.
Si has concluído que alguien es racista, por ejemplo, serás menos proclive a considerar sus opiniones sobre cómo reformar el servicio de salud, o qué vino va mejor con determinado pescado.
Como corolario, te encuentras con que tus opiniones están “agregadas” con las de otras que comparten tu ideología, incluso en áreas no relacionadas con esa ideología.
Si has concluído que alguien es un líder cuando se trata de tu comprensión del feminismo, por ejemplo, es mucho más probable que favorezcas sus opiniones sobre Israel, independientemente de si tienen o no algún sentido.
Cuarto: Te encuentras en una cámara de resonancia, sin acceso a información contradictoria.
Tus opciones de medios sociales dictan que todo lo que veas valide tus opiniones. Crees que estás reuniendo más y más pruebas que demuestran tu teoría, pero de hecho estás gritando delante de un espejo. Piensas que el mundo está confirmando sin cesar tu ideología, pero de hecho has dejado de pensar. Tus investigaciones sobre los supuestos que subyacen a tu ideología no son más que una espiral auto-propulsora de falacias lógicas. ¿Cuál es la motivación en el pensamiento una vez que ya conoce la verdad real?
En consecuencia, eres muy hábil al defender opiniones terribles, pero no tanto al exponer esas opiniones en primer lugar. Debido a que tienes pocos motivos para pensar lo contrario, supones que, en cualquier conversación sobre tu tema favorito, sabes más que nadie, incluso si ellos están cualificados en esa área y tú no.
Como corolario, te sentirás justificado en la re-definición de palabras e ideas, que ya tienen definiciones perfectamente útiles, para adaptarse a su teoría. Por ejemplo, puedes decidir que la palabra “racismo” ahora excluye el racismo hacia los blancos.
Quinto: Supones que hablas para todos los que crees que deben compartir tu ideología, incluso si te han dicho específicamente que no lo hacen.
Si te identificas como un activista de Black Lives Matter, por ejemplo, asumes que hablas por todas las personas de raza negra (y que te deben estar agradecidas), aunque la mayoría de los negros (64%) “optan por All Lives Matter”.
Como corolario, supones que te preocupas más por el tema que las personas que tienen una opinión diferente, y que esto justifica su comportamiento.
Sexto: Saltas a la peor conclusión posible sobre alguien que no se alinee explícitamente con tu ideología.
La personalidad entera de alguien puede ser juzgada por la última opinión que tuvo y que no te gustó. Te resulta difícil aceptar que es posible estar de acuerdo con alguien acerca de una cosa y no estar de acuerdo con esa misma persona acerca de otra cosa.
Como corolario, crees que que eres moralmente superior a todos los demás. Al igual que pasa con la gente religiosa, es posible de que te convenzas de que no lo haces, pero sí lo haces y por lo tanto tolerarás la intimidación y el acoso a tus interlocutores. Incluso puedes creer que estás cumpliendo un importante servicio público al “llamar la atención” sobre estas diferentes opiniones.
Haces referencia a los oponentes más suaves como “trolls” e “idiotas” y te quejas de que los contra-argumentos más suaves expresados de la manera más politoria a los que consideras como “arengas” o “acosos”.
A lo largo de todo este pronóstico, por supuesto, crees sinceramente que eres de mente abierta y que estás dispuesto a escuchar las opiniones de los demás. Te imaginas que has pensado las cosas y has llegado a una conclusión final razonable. Sin embargo, la gente alfabetizada en historia son conscientes de que las soluciones finales nunca son buenas.
TRATAMIENTO: ¿Cómo me deshago de la ideología?
Ya has oído todas las malas noticias, y ahora vas a leer sobre algunas medidas prácticas (en su mayoría pequeños trucos mentales) que puedes adoptar para asegurarte de que nada de esto te pase. La tentación está en asentir con la cabeza y estar de acuerdo en que otras personas necesitan adoptar estas medidas. Estas medidas no son para otras personas. Son para ti.
Vamos allá.
Busca información específica que contradiga tu teoría. Esto puede ser tan fácil como escribir la palabra “crítica” en Google, seguida por tu teoría. Recuerda que encontrar información que apoye tu teoría no demuestra nada. Si te estás preguntando por qué esto es cierto, lee sobre el cisne negro.
Enmarca todos sus argumentos en términos positivos. Por ejemplo, en vez de mantener que “la religión es estúpida”, explica qué se puede hacer para garantizar la separación de la Iglesia y el Estado, y como esa separación beneficiaría a todos, incluyendo a las personas religiosas.
Adopta una teoría abierta. Las teorías abiertas acaban con una ideología completamente muerta. Por ejemplo, en lugar de pensar que “todos los hombres son idiotas”, modera tu idea a la más probable, “todos los hombres que conozco son idiotas”, o “la evidencia que he visto indica que todos los hombres son idiotas”.
Evita suponer lo peor de alguien, pero siéntete libre para suponer lo mejor. Recuerda que, con muy pocas excepciones que se hacen dolorosamente obvias, todos queremos un mundo mejor para nosotros y para las personas que amamos. Donde diferimos es en nuestros enfoques.
No existen los chicos malos. Nadie se levanta por la mañana con la intención de lastimar a la gente sin razón alguna. Trata de averiguar de dónde vienen las ideas de la gente. De lo contrario, estarás operando bajo una serie de suposiciones que puede que no sean correctas.
Tú crees que eres una persona más moral que los que te rodean. Tú crees que juzgas mejor el carácter e incluso que eres mejor conduciendo que aquellos que te rodean. Tal vez tengas razón, pero ¿cómo lo sabes? ¿Qué pruebas estás usando para llegar a estas conclusiones?
Puedes sentirte rodeado de idiotas, pero para todos los demás, tú eres uno de esos idiotas. Puedes sentirte como si estuvieras en un atasco de tráfico, pero para todos los demás, tú eres el tráfico.
Juzgas a los demás por tus acciones, pero te juzgas a sí mismo por tus intenciones. Tienes acceso a tus pensamientos, y por lo tanto eres capaz de amortiguar tus acciones estúpidas en un contexto de exculpación. Cuando alguien hace algo estúpido, todo lo que ves son sus acciones estúpidas.
Prepárate para escuchar lo que la gente podría tener que decirte. Aunque esto es muy difícil, intenta escuchar activamente en lugar de compilar contra-argumentos reflexivos mientras hablan.
Busca un terreno común en lugar de buscar áreas de diferencia. Si estás absolutamente determinado, puedes encontrar una razón para odiar a alguien. Es más constructivo encontrar cosas sobre las que puedas ponerte de acuerdo y trabajar sobre esos temas.
Evita involucrarte en el extremo de tu oposición, o con aquellos que claramente no tienen interés en una discusión. Los extremistas son fácilmente derrotados, por lo que es tentador tratar solo con ellos y, posteriormente, imaginar que has hecho algún tipo de progreso. Hay posiciones moderadas de oposición en casi todas las áreas que se beneficiarían de tu compromiso.
Trata de imaginar cómo sería tu argumento si no se aceptase tu conclusión. Las personas religiosas a menudo caen en esta trampa, desarrollando complicados argumentos para la existencia de un dios que son totalmente convincentes, pero solo si ya creen en un dios.
Anima las críticas. En concreto, pídele a la gente que encuentre fallos en tu argumento. Esto no supone ningún inconveniente. O tu argumento se vuelve más fuerte, o aprendes por qué debes abandonarlo. No tengas miedo de desechar tus argumentos y opiniones. Todo puede mejorarse y tus opiniones no son una excepción.
Que sufras algo no significa que sepas mucho al respecto: todo lo que sabes es sufrir por eso. Los enfermos de cáncer no llegan a redefinir lo que significa el cáncer o qué hacer al respecto, independientemente de su experiencia personal. Los pacientes con cáncer confían en el juicio de los oncólogos, incluso si esos médicos nunca han tenido cáncer.
Cuando hagas algo mal, o cometas un error, díselo a alguien. No importa que estén involucrados en la conversación o que estén de acuerdo con su interpretación. Declarar en voz alta que has cometido un error es una forma poderosa de entrenarte a ti mismo para ver que eres capaz de cometer errores.
Piensa más. Piensa más. Sé más amable. No la otra persona. Tú.
La próxima vez que tengas ganas de señalar los sesgos muy obvios de alguien, desvía algo de esa afilada energía a ti mismo. En vez de señalar al imbécil, pregúntate:
¿No seré yo el imbécil en esta situación?
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Barry vive en Irlanda y escribe sobre filosofía, humor, política, lenguaje y cómo se entrelazan. Él escribe y edita (inter alia) un blog de filosofía llamado What’s The Point of Philosophy?, un blog de ateísmo llamado Atheist Cartoons, y un blog de sátira política irlandesa llamado In Other News. Puede contactar con él en Twitter @solo1y, o por correo electrónico: solo1temp@gmail.com