Ganar una plaza de funcionario, de entrada, no es fácil (por lo menos para un neurotípico, como dirían los Asperger). Estudiar; practicar; sacrificar ocio y tiempo libre, proyectos vitales, amigos incluso... y repetir. Se supone que lo haces para vivir dignamente, ya que el mercado laboral (por lo menos para los de Humanidades) es, en realidad, un mercado de esclavos. Se supone que lo hacemos para ganarnos la vida sin deberle nada a nadie; tan sólo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Puede ser un camino largo, duro e injusto, y no por ello el final del mismo significa tener estabilidad (al menos durante algunos años).
Por eso, cuando puedes llegar a intuir que alguien ha obtenido el mismo resultado (o incluso mejor, porque no está sujeto a movilidad) echando mano de su relación con un partido gobernante (PP), tiendes a desvalorizar tu propio sacrificio y comienzas a analizar todo en términos relativos. Una excompañera de facultad, a la que tantas veces vi presentándose a las pruebas de profesor de educación secundaria, ha accedido por concurso-oposición a una plaza en propiedad en la Diputación Provincial de Ourense para desempeñar una labor que poco tiene que ver con su especialidad. Vaya por delante que no dudo de su capacidad para reinventarse, diversificar y conseguirlo por sus propios méritos y esfuerzo. No obstante, resulta cuanto menos chocante que esta mujer, la cual fue en las listas electorales del PP en uno de los concellos de la provincia, haya sido la única aspirante que se presentó a las pruebas. Por todo lo que ha sucedido en la Diputación con la dinastía Baltar y sus estómagos agradecidos, me parecen indicios más que suficientes para arrojar una sombra de duda sobre el proceso.
No señalo a las personas por querer ganarse la vida y vivir dignamente. Pero cuando la igualdad de oportunidades es vulnerada en este tipo de procesos (y en otros donde el enchufe también manda) se genera una distinción entre una clase de privilegiados, vinculados a los aparatos políticos que manejan los resortes del poder, y otra de no privilegiados, condenados a no poder bautizarse porque carecen o no recurren a padrinos y/o madrinas que resuelvan sus problemas.
Existe en Ourense a nivel local y provincial, y también seguramente a nivel autonómico y nacional, toda una caterva de parásitos cobrando un sueldo cuyo único mérito es la de su vinculación al candidato o partido de turno, como si de una relación de vasallaje se tratara. De otra manera se morirían de hambre. Y nadie quiere morirse de hambre. Pero existen varias formas de salir del hambre: una ajustada a Derecho, y otra ilegítima, poco ética y, aunque difícil de demostrar, no ajustada a Derecho.