¿Qué ocurre cuando estás inmerso en una guerra y no lo sabes?
Como esa rana que hierven poco a poco, excepto que eso es una fábula y esto sí que es real. La rana en la realidad antes o después saltará de esa olla pero ¿lo harás tú? o simplemente serás la cena...
Acabas de perder una buena batalla, te han jodido y no lo sabes. Los ganadores, para que sigas sin enterarte, dan galletitas y leche a los más necesitados de los perdedores. Esas que les sobran de lo que te están espoliando. Aunque lo hacen sin maldad, es tan abrumadora su superioridad que casi ni lo consideran guerra.
Saben que son más y sus números aumentan cada día, con su poder cada vez más hegemónico. Esa plaza que perdieron, por una vez, la acaban de recuperar. Son ganadores natos, se lo han ganado con su vida de sacrificio, valorado mucho más que el tuyo.
Muchos intentan unirse al bando ganador, pero al recuperar la plaza han cerrado las puertas de nuevo, han vuelto a poner una nueva alambrada que saltar y continuarán poniendo más y más. El pillaje sería menor si aumentan demasiado en número.
Mañana volverán a lanzar octavillas, muchos las leerán y aplaudirán su victoria. Como un síndrome de Estocolmo masivo que se inocula entre las heridas. Sueñan con su futuro salto de la alambrada que no llegará. Las octavillas te hablan de otros enemigos, de cómo sobrevivir en tu tierra quemada y de esa lotería que te puede tocar antes o después. No pierdas la esperanza, claman, esperando que sigas sin enterarte de esta, tu guerra.