Cuando estudiaba el periodo republicano de la década de los 30, me llamó bastante la atención la cantidad de leyes progresistas que se llevaran a cabo y que en cierta medida provocaron la respuesta reaccionaria de muchos sectores, la cual llegó en forma de golpe de estado y de 40 años posteriores de dictadura, donde la mayoría de esos avances quedaron sepultados por toneladas de nacional-catolicismo, lo que a efectos prácticos supuso que todos esos avances se fueran por la borda.
Siempre me pregunté si de no haberse realizado estos cambios tan rápido, la parte más reaccionaria los habría podido ir asimilando poco a poco y no se hubiera llegado a ese golpe de estado ni a 40 años de dictadura, porque no habrían tenido el apoyo de un porcentaje elevado de la población como el que tuvieron. Soy consciente de que esto puede sonar a culpar a la acosada por llevar la minifalda, pero intento analizar la política desde una perspectiva utilitarista, porque creo que es la manera más inteligente de hacerlo.
Hoy se anuncia la aprobación de la ley de bienestar animal en el consejo de ministros, y he de decir que después de leerla, coincide en la mayoría de puntos con mi forma de entender la relación con animales, por lo que tengo pocas (alguna sí que tengo) reticencias éticas a lo que ahí se plasma. Sin embargo soy consciente de que para muchos ciudadanos, esta ley va a suponer un ataque directo a su forma de relacionarse con los animales, a sus aficiones, a sus prácticas habituales, y muchos de estos ciudadanos son votantes de izquierda.
Más concretamente podría mencionar el hecho de que se prohíbe el silvestrismo. Aunque hoy en día ya está prohibida la captura de pájaros silvestres, si que es posible poseer pájaros enjaulados que han sido criados en cautividad. A mí es una práctica que no me gusta, y que aunque de joven la practiqué, con el tiempo me di cuenta de que no era adecuada ni respetuosa con estos animales. Creo que buena parte de la sociedad ha evolucionado hacia esta misma conclusión, pero todavía hay muchísima gente a la que le gusta y la practica, y que no necesariamente son votantes de Vox.
Cuando la forma de acabar con estas prácticas es a través de la prohibición y no de la concienciación, corres el riesgo de obtener una reacción nada positiva por parte de la parte afectada. Y para muchas personas, las aficiones son pilares fundamentales de sus vidas, y que se las prohíban, por más que a muchos no nos parezcan adecuadas, puede suponer que no vuelvan a votarte en mucho tiempo.
Si en un periodo de tan solo 3 años pretendemos cambiar la mentalidad de un país de 47 millones de habitantes mediante decreto ley y llevar a cabo cambios que quizás en 10 años no suponen ninguna resistencia, pero que hoy te pueden costar miles de votos, me parece de una poca inteligencia política tremenda.
Si la contraprestación a aprobar todas estas leyes es que dentro de dos años gobierne Vox con mucho voto de gente que antes confió en ti (no justifico el motivo, solo describo una realidad), y que no solo rehaga lo hecho sino que instaure un ciclo reaccionario a modo de 40 años de franquismo post-república (salvando las distancias), no habrá merecido la pena.
Desafortunadamente, parece que pedir inteligencia política a los dirigentes de Podemos es como pedir peras a un olmo.