Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.
Este poema fue escrito por Martin Niemöller hace algo más de 70 años, pero está más de actualidad que nunca.
Aunque estoy seguro de que la mayoría de vosotros ya lo conocíais en alguna de sus múltiples variantes y que habéis debatido sobre su significado en la escuela, tal vez sea necesario que reflexionemos sobre él una vez más.
Desde el inicio de la lucha por los derechos civiles a mediados del siglo pasado hasta la más reciente defensa de los derechos LGBT, sin olvidarnos, por supuesto, del movimiento feminista, han sido muchas las voces que han asegurado que todas estas corrientes sociales han dividido el foco, antes único y potente, en muchos otros más pequeños que no han hecho otra cosa que desviar la atención de lo único importante: la lucha de clases.
Pero esa es, en realidad, una semilla que ha conseguido plantar la derecha conservadora incluso entre no pocos votantes de izquierdas, haciéndonos pensar que estamos divididos y provocando que, en efecto, lo estemos.
Porque haciéndonos creer que el foco es único y que la izquierda no se preocupa por sus verdaderos problemas, consiguen la desafección y que todos esos votantes potenciales se queden en casa, enfadados.
Es, en realidad, un clásico del conservadurismo como contrario directo del progreso y en el que es muy fácil caer incluso para las mentes más avezadas: hay que focalizar la atención en lo verdaderamente importante, en el beneficio a corto plazo. Como en el clásico en el que una ardilla que acumula nueces le echa la bronca a su compañera que trae un cascanueces en vez de una nuez.
Pero es que incluso si quisiéramos centrar ese foco en el desarrollo puramente económico, este siempre ha estado estrechamente ligado al progreso social. Si echamos un vistazo a los países que han conseguido construir economías internas más fuertes y solidas, vemos que normalmente han sido aquellos en los que los avances sociales están más arraigados y cuya sociedad vive de forma más independiente a la religión y a toda su parafernalia.
Al final, todo esto se resume en un solo concepto. Somos más. Los de abajo, los que tenemos el poder, tenemos las de ganar. Por eso nos quieren divididos. Nos quieren hacer creer que cuando un colectivo maltratado históricamente gana uno derecho, lo hace a costa de uno tuyo. De olvidarse de los tuyos. Pero no es así. Porque mi lucha es tu lucha y cuanto antes nos demos cuenta, antes podremos hacer frente a los Hopper de ahí arriba que nos intentan controlar: