Casi todos los que pertenecemos a esta comunidad hemos caído en el insulto y el chascarrillo.
Cuando me dicen que Federico Jiménez Losantos es muy inteligente, pienso: ¿es que la inteligencia te lleva a insultar continuamente a todo el mundo? Porque este señor utiliza la burla de forma continua. No es agradable ver a alguien con ese nivel de estrés.
Creo que hemos mamado aquella costumbre de los viejos intelectuales de caer en los insultos rebuscados, como si la vanidad de mostrar nuestras capacidades intelectivas mereciese más espacio que el respeto.
Y es que el respeto continuo es aburrido cuando estamos acostumbrados a la tensión de las broncas. Al esfuerzo de ser pacífico le acompaña la frustración de no poder maltratar a quien nos agota intelectual y afectivamente. Pero tras la frustración inicial, viene la satisfacción de haber contribuido al mundo que deseamos que exista hoy en la Tierra.
A veces por lo tanto, llegamos a ser adictos a las faltas de respeto. Quitarse de esa adicción requiere superar la frustración inicial. ¿Merece la pena? Definitivamente, sí.
Si te preocupan la justicia y la paz social, predicar con el ejemplo es la herramienta más potente que existe.
No merece la pena caer en la agresividad contra aquel que se comporta como no nos gusta. Hacer el bien no está reñido con mantener la paz.
Respetar la naturaleza humana de quienes nos causan dolor nos hace más inteligentes. Primero, aprendemos a pensar mucho más concienzudamente. Cuando eres adicto al insulto y ves algo que no te gusta, el botón de "responder con insultos" lo tenemos muy a mano. A menudo lo pulsamos mucho antes de haber reflexionado lo suficiente. Si eliminamos ese botón, siempre nos tomaremos tiempo para pensar.
El esfuerzo de no insultar y respetar al prójimo por mal que nos caiga nos permite estudiar nuestra propia agresividad y desmenuzarla. Ese mismo esfuerzo nos obliga a escribir comentarios mucho más concienzudos.
Muchos de nuestros errores en el diálogo provienen de que "algo que se parece a algo que no nos gusta" o directamente "algo que no nos gusta" , nos hace estresarnos y polariza nuestra opinión. Vemos el mundo como todo/nada, bien/mal, blanco/negro.
Los hábitos que tenemos en Internet afectan a nuestra psique fuera de Internet. Es el mismo estrés que uno se lleva para casa del trabajo. Tenemos que reducir la conflictividad en el mayor número posible de ámbitos de nuestra vida. El bienestar de la sociedad depende de eso.