El artículo se titula "La guarra de tu hija", lo firma Javier Gallego Crudo, e introduce el concepto del placer biológico inevitable para enjuiciar la sentencia de "la Manada".
Por irrelevancia propia, resistiré y no juzgaré si los gemidos eran de consentimiento o disentimiento. Ciertamente, se apuntala cuando hay riesgo de derrumbe, o al menos, una duda razonable. Pero no interesa el caso concreto, ni sus víctimas, ni sus verdugos. Interesa el gran cuadro, el gran mapa. Procedamos, que en la guerra todo es perspectiva, y la batalla no importa.
Que ahora viene lo divertido, el placer biológico inevitable. El principio activo de las violaciones curativas que aún se siguen prescribiendo en medio mundo. El no es sí, porque si no te gusta, ya te gustará. La polla como sujeto mesiánico que te hará ver la luz. Y si no la ves (la luz, o la polla) eres una malfollada, una enferma certificable que no experimenta el placer biológico inevitable que se erige entre mis piernas.
La sonrisa perdedora que se me queda, justo después de sufrir mis ya habituales mareos ideológicos. Temo que sea malestar biológico inevitable, y que ni la educación ni el reciclaje puedan ayudarme. Temo ser presa de una enfermedad mental que me muestra un mundo distorsionado, en el que es la acusación (y no la defensa) quien siembra la duda, porque también la cosecha.
El placer biológico inevitable (en inglés, unavoidable biologic pleasure, supongo). El PBI que provoca la duda sobre el gemido, que a su vez provoca la duda sobre el consentimiento. ¡Pero qué más da si ha habido consentimiento o no! Estamos discutiendo sobre si es abuso o violación.
Lo mismo es demasiado tarde para mí: que cuando crees que el mundo va en dirección contraria, kamikaze eres tú.