Erradicación o paliativos: dos aproximaciones.
La primavera pasada el conjunto de los que vivimos en España nos dispusimos a llevar a cabo una empresa encomiable, algo que jamás imaginamos que haríamos, algo impensable en cualquier otro contexto: durante tres meses, con sus días y sus semanas, nos metimos todos en nuestras casas y limitamos por completo nuestros movimientos al abastecimiento básico y la asistencia a nuestros puestos de trabajo. Joder, ¡Qué locura! Y lo logramos. Parecería imposible, pero lo hicimos posible. Cumplimos con lo que se nos pedía y aguantamos hasta el último minuto para salir de nuevo a la calle con una sonrisa enorme bajo nuestras mascarillas y la sensación completando con éxito una labor que haría historia.
Sin embargo algo fallaba. El mismo día que Pedro Sánchez anunciaba el plan de desescalada Fernando Simón añadía 48 muertos más a las cuentas totales de fallecidos en España. No hacía ni una semana desde que la cifra diaria había bajado de los tres dígitos. Raro, ¿No? Pongámonos en situación: llevamos tres meses encerrados... Los contagios han descendido mucho, cada día que pasa vuelve a ser el día con menor número de incidencias desde el inicio de la pandemia. Parece un buen momento para primero, buscar a todos y cada uno de los positivos a partir de los brotes conocidos y acto seguido infernarlos en un centro a esperar a que pasen la enfermedad. Terminar de hacer el trabajo, vaya. Cada día que pasa vuelve a ser el mejor momento para hacerlo, ya que cada vez son menos los contagiados, y por tanto, también los que hay que buscar. Sin embargo Pedro no ha hablado de rastreadores... 😕 Tampoco se están habilitando hoteles y centro para acoger a los contagiados asintomáticos... Y es curioso, porque los chinos llevan haciéndolo desde febrero, hace semanas que acabaron con su cuarentena y los números siguen bajando y bajando. Pero entonces... ¿Por qué salimos a la calle? ¿No sería mejor buscarlos primero?
De aquellas lluvias, estos lodos. En Julio, menos de un mes después, empezaron las cuarentenas locales. En el noreste, luego en Murcia, Galicia, y más tarde... Por todas partes. En poco tiempo los hospitales de casi todo el país volverán a estar en números rojos y el gobierno se verá obligado a decretar de nuevo una cuarentena general. Europa al completo parece estar dispuesta a vivir los próximos años entre el miedo y la confusión. Con parones intermitentes y continuos, confiándolo todo a esa vacuna tan lejana que cada vez nos quieren vender antes. Con un sistema productivo y de servicios funcionando a media marcha pero con una población que necesita seguir consumiendo aunque se encuentre confinada en casa. Con un sector turístico que nos pide una ampliación de ayudas hasta marzo, como si en marzo el problema fuera a este resuelto. Con un importante porcentaje de población de riesgo que vive con miedo a salir de casa o de contagiar a sus mayores.
Por alguna razón hace ya mucho que en Europa no se habla de erradicación. En realidad esa idea nunca se puso seriamente sobre la mesa. En teoría porque era imposible. Porque la pandemia era global y eso significaba que la única manera de acabar con ella era la vacunación o el contagio general. Pero ahí están los chinos, que nos han demostrado que con ganas no tiene por qué llevar más de unos meses. Que los que tienen que amoldarse a la “nueva normalidad” son la administración y los viajeros, no la población general. Que esperando un par de semanas sin nuevos contagios es posible abrir de nuevo una zona acuarentenada concreta -controlando, por supuesto, la entrada de personas desde el exterior-, pero no antes. Y digo yo, ¿Por qué en esta parte del globo nadie se propone algo parecido? Mientras occidente se refugia en casa durante varios años, los chinos tienen su sistema productivo funcionando al 100%, listo y dispuesto para vendernos todo lo que vayamos necesitando. ¿Por qué no nos aprovechemos también nosotros de esta situación? ¿No decíamos que en España era conveniente recuperar tejido industrial? ¿Que mejor momento que unos años en los que el mundo al completo estará viviendo en la incertidumbre? ¿No resultará atractivo para los inversores internacionales asentar sus fábricas y negocios en un país en el que le aseguran que su producción no se verá interrumpida por cuarentenas y bajas continuadas y caóticas?
Pero, ¿y que hay del turismo? En 2018 los turistas que vinieron a España -principalmente desde Europa- aportaron unos 70.270 millones de euros al PIB nacional, más del 15% del total. Eso es mucho. Sin duda no podemos dejar de lado un sector tan importante como este mientras estimulamos el sistema productivo. Sin embargo ocurre que los turistas internacionales chinos se dejaron ese mismo año más de 277.000 millones de dólares -unos 237.000 millones y pico de euros-. 277.000 millones de dólares que no tendrán dónde ir durante los próximos años debido a las duras restricciones que los ciudadanos chinos encontrarán a la hora de volver a casa para evitar nuevos contagios a nivel doméstico. ¿Qué pasará a medida que más países consigan erradicar el virus dentro de sus fronteras? Algunos países asiáticos y africanos lo están consiguiendo. Sin duda, todos esos lugares serán los primeros en beneficiarse de la supresión de las restricciones de movimiento entre China y otros países, convirtiéndose ipsofacto en las únicas opciones de destino posibles para esa enorme masa de turistas chinos. ¿Por qué no nos preparamos nosotros para recibir una parte de ese pastel? En fin, dicen que los chinos utilizan la misma palabra para decir crisis y oportunidad y, aunque es mentira, sigue siendo una buena frase para terminar un escrito.