Viene hoy publicado en El Mundo un artículo alabando, de manera casi hagiográfica, la figura de Iván Redondo, jefe de campaña de Pedro Sánchez y supuesto cerebro entre bambalinas del equipo de negociación del PSOE, y dibujando un guión de los sucesos de estos últimos tres meses que han conducido al fracaso de la investidura del candidato socialista a la presidencia del Gobierno. El subtítulo versa en estos términos:
"El relato de cómo la negociación para la investidura de Pedro Sánchez terminó en una calculada partida de ajedrez donde, alejada la posibilidad de un pacto de gobierno, se buscó y logró tumbar al rey de Podemos".
Este comienzo ya hace presagiar las inclinaciones del relato guionizado que se va a desarrollar a continuación. Una lectura crítica e informada de las anteriores dos líneas permite detectar hasta cinco afirmaciones, cuanto menos, capciosas:
- "Negociación para la investidura". ¿Ha habido una negociación como tal en sus justos términos? Más bien lo que se ha presenciado en estos tres meses (obviando los dos primeros meses de movimientos inexistentes), hasta el mismo día de la segunda votación, ha sido un diálogo de besugos, en el que las dos partes no se han sentado juntas ni 48 horas, con propuestas presentadas a través de los medios, filtraciones, amenazas veladas, y llamamientos paralelos del candidato a los dos principales partidos de la derecha (su supuesto rival parlamentario, que no electoral) a que se abstuvieran porque sí. Más o menos de la misma forma que en 2016 el socio de investidura del PP repetía cansinamente al PSOE que se abstuvieran a cambio de nada porque "España necesita un gobierno, España necesita ponerse en marcha". ¿Para qué (políticas) se necesita un gobierno con esa urgencia? Ni en 2016, ni en 2019, se esclareció.
- "Partida de ajedrez". Decía el personaje de José Arcadio Buendía en "Cien años de soledad" que se negaba a jugar un juego como el ajedrez dado que "nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios". Resulta evidente que PSOE y Podemos no presentan los mismos principios, dados los desacuerdos fundamentales existentes en temas como las políticas del alquiler, la derogación/modificación de la reforma laboral o las pensiones, que condujeron a anteriores fracasos en sacar adelante las negociaciones del Pacto de Toledo, o de los Presupuestos Generales del Estado de 2018. Además, una partida de ajedrez se juega entre dos rivales con exactamente los mismos medios aparte de su propia inteligencia. Los altavoces mediáticos, el presupuesto de campaña, las connivencias económicas al más alto nivel y la aceptación por parte de los grupos de poder de los que goza el PSOE no hacen pensar que esté jugando precisamente una partida de ajedrez con Podemos, sino más bien un Barça-Osasuna. En casa y con árbitro comprado.
- "Alejada la posibilidad de un pacto de gobierno". Alejarse consiste en "distanciarse, llevar a alguien o algo lejos o más lejos". Dado el poco empeño que ha puesto el PSOE en el pacto de gobierno, tratando desde el principio de imponer un gobierno monocolor, y que inmediatamente fracasada la "negociación", ese mismo viernes Carmen Calvo diera por desechada esa vía, cabe preguntarte si esa "posibilidad" se movió alguna vez de su punto de inicio, es decir, el no-acuerdo e investidura con, como máximo, un acuerdo-programático-que-luego-yo-ya-veré-qué-hago-con-él. Por otra parte, la frase se deja caer sin sujeto, sin aclarar responsables. Las sucesivas ofertas por parte del candidato socialista buscando siempre que fueran inaceptables (la más clara, la petición de la cabeza de Pablo Iglesias, y el desasosiego en las filas socialistas cuando, contra todo pronóstico, la tuvieron) podrían dar una pista de por dónde se decantaría la balanza de la responsabilidad.
- "El rey de Podemos". Desde su aparición en 2015, las críticas a Podemos se han centrado, más que en su ideario o las políticas que proponen, en la figura de su secretario general, y en su supuesto carácter arrogante, egocéntrico e incluso megalómano, llegando a la categoría de constructo social, por mucho que los hechos (el último, su paso a un lado para posibilitar el pacto de gobierno) hayan desmentido este dibujo de lo que supuestamente ve Pablo Iglesias cuando se mira en el espejo. Las descalificaciones al líder de Podemos pueden venir explicadas por dos reflexiones de dos periodistas. La primera, de Jordi Querol, en El Periódico, de hace seis días, sobre Sánchez e Iglesias: "Tener al más listo de la clase cada día y tan cerca siempre es un fastidio". La segunda, de Pérez-Reverte, en una entrevista de marzo de 2015: "En España hemos confundido la inteligencia con el fanatismo [...] No tenemos adversarios sino enemigos, y cuando se le vence no se le convence sino que se le extermina o exilia". A la luz de ambas afirmaciones, la figura de un Pablo Iglesias como un "rey" al que hay que deponer, y al que se le defenestró de cualquier posible pacto de gobierno, cobra nuevo sentido. Como curiosidad, mencionar que en la misma línea atacó Rivera al candidato socialista en el debate de investidura: "Usted no es el rey".
- "Se buscó y logró tumbar al rey de Podemos".
Esta afirmación es la que realmente me trae a escribir estas líneas. Se elogia la figura de Iván Redondo como el púgil que logró tumbar a Pablo Iglesias. Sin embargo, ¿qué tumba este spin doctor (término que utiliza eufemísticamente el autor del artículo por no decir "experto de márketing" o "condotiero")? ¿Es la política el arte de entenderse o de aplastarse entre diferentes? No olvidemos que el líder de Podemos no ha caído del cielo en el Congreso ni está allí solo. Ha sido puesto allí, junto a 41 diputados más, por 3.700.000 votantes, con sus motivaciones, sus necesidades, sus anhelos, sus ilusiones y sus pesares. Resulta pues preocupante que el día después de unas elecciones democráticas, una maquinaria de profesionales encabezados por nuestro protagonista, empleen trabajo, recursos e influencias en deshacer esta expresión de voluntad democrática, en un esfuerzo por despojar de todo valor a esos casi cuatro millones de votos, y de alejarlos por todos los medios posibles del ejercicio legítimo del poder. Poder compartido en este caso con un socio de gobierno y justificado en el apoyo a la investidura del poder ejecutivo, prerrogativa de todos y cada uno de los representantes de la cámara.
Preocupante resulta también alabar el papel de una persona a la que nadie ha votado, y cuyos movimientos no buscan el acuerdo, el consenso, el debate de ideas, la propuesta en definitiva de políticas que mejoren la vida de los ciudadanos o corregir los males del país, sino alcanzar simple y llanamente un objetivo: «conseguir el gobierno que queremos (sin Iglesias) o elecciones (sin Iglesias)». El artículo desgrana de manera honesta cuáles son sus tácticas para conseguir este objetivo: "poner el foco en Iglesias", "meterle toda la presión", "secuestrar al PSOE", "bloquear la investidura", "inicio de crisis interna de Podemos y las tensiones con Izquierda Unida" y por último, como se ha repetido machaconamente estos días, "ganar el relato". Llamativo resulta que el artículo esto lo da por supuesto ("se logró tumbar") de manera cuanto menos precoz, con la filosofía de que el relato realmente no se gana: se construye, se divulga, se impone.
El tiempo, y los votos, no las encuestas, dirán si todo este guión ha sido sólo ficción o lo convertimos entre todos, de forma voluntaria o inconsciente, en realidad.