"¿Qué voy a hacer con mi futuro?" (Óscar Pérez Cabrero)
"No puedes cambiar el viento, pero sí ajustar tus velas" (Proverbio chino).
El futuro ha sido una preocupación para el ser humano desde la noche de los tiempos. Hace miles de años los druidas trataban de adivinarlo en esferas de berilo, y a lo largo y ancho de la historia han estado presentes ésta y otras formas de videncia. Desde la bola de cristal, mucho se han sofisticado nuestras herramientas para predecir el futuro, apoyadas en la ciencia y las matemáticas, pero ni por ésas lo hemos logrado. Sabemos la hora exacta a la que se producirá un eclipse dentro de más de diez años, pero se nos escapa aún lo más alemental para saber si podremos verlo: el comportamiento de los bancos nubosos en ese momento.
Si el comportamiento de las nubes resulta aún impredecible a largo plazo, imagina lo que podemos decir del nuestro. El maestro de la ciencia ficción Isaac Asimov, en su novela de 1983 'Los robots del amanecer', deslizó una reflexión que podríamos resumir con las siguientes preguntas: ¿podrían las leyes de la conducta humana indicarnos cómo va a desarrollarse el futuro?, ¿serían más vinculantes en la medida en que no fuésesmos conscientes de las mismas?, ¿serán de naturaleza estadística, de modo que sólo puedan expresarse con precisión tratanto grandes muestras? Especular acerca de semejantes cuestiones resulta fascinante, pero desgraciadamente poco útil para nuestros propósitos cotidianos. El futuro, para bien o para mal, va a seguir siendo una incógnita. El futuro, mal que nos pese, nos va a seguir enfrentando a eso que tantos quebraderos de cabeza nos provoca: la incertidumbre.
- El miedo a la incertidumbre.
¿Alguna vez te has resistido a cambiar algo por miedo a lo desconocido? Son incalculables las veces en que nuestras decisiones están condicionadas por la incertidumbre. El máximo exponente lo...
PERALBO, Á. (coord.) (2021): '¿Qué hago con mi vida? De la revolución de los 20 años al dilema de los 30'. Madrid: La Esfera De Los Libros