Watchmen, monarquía y familia

Vaya tres palabras como para titular un artículo. Es casi como ese chiste en el que preguntas en que se parece un barco, un ladrón y una familia. El otro no sabrá la respuesta. “El barco atraca en el puerto y el ladrón en el banco” le dices. Irremediablemente el otro preguntará por la familia y le contestarás “Muy bien ¿y la tuya?” Pues aquí pasa algo parecido y perdón por las molestias.

Watchmen es un cómic de los años 80, incluido entre las 100 mejores novelas de la historia por la revista Time, que nos habla de un mundo en constante amenaza nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética y donde conviven unos superhéroes (los vigilantes) denostados por la sociedad bajo la consigna “¿Quién vigila a los vigilantes?” por el peligro que representan.

Cada uno de los vigilantes encarna un modo diferente de existir. Por ejemplo la falta de sentido de la vida por el Comediante, al cual solo le quedará el humor y la violencia para sobrellevar la existencia de la mejor forma posible.

El determinismo del doctor Manhattan: Su mirada no lineal del tiempo le indica que cualquier hecho ya está prefijado por las circunstancias, y que como consecuencia, todo ya está preestablecido, sin poder modificar nada. De ahí su casi total carencia de empatía o unión con el resto de los seres humanos, con sus ilusiones, miedos, anhelos, etc.

El personaje de Rorschach, que a pesar de su visión pesimista de la sociedad, tiene unos valores claros sobre el bien y el mal inquebrantables.

Ozymandias y su modo utilitarista de lograr el bien, que le llevará a la conclusión que si el fin es bueno justificará todos los medios, sean los que sean.

La inseguridad del Búho nocturno, que aunque sea una especie de Batman, con todo tipo de recursos a su alcance, necesita de la ayuda de otros para seguir adelante.

Y por último Espectro de Seda, la única mujer del grupo, que representa la compasión y la comprensión, ya sea con el resto de los Vigilantes, con su familia o con el resto de la sociedad que le ha tocado vivir.

Watchmen es una novela tan completa y compleja a la vez (tiene un comic dentro del mismo comic, trata temas de política, filosofía o de sociedad hasta sus últimas consecuencias, tiene detalles imposibles de ver en una primera lectura, etc.) que hace que hasta el resumen de personajes que acabo de realizar también sea tema de discusión.

Y si un cómic es discutible (también es verdad que no es cualquier cómic) cualquier aspecto de la vida lo puede ser, y más cuando hablamos de temas como los que trata Watchmen: La sociedad, la política y que hacer para salir del pesimismo mayoritario que lo envuelve todo.

Hoy en día todo está en debate, desde la educación hasta la política pasando por la producción de energía o el modo en el que están hechas las ciudades.

La monarquía tenía que ser una de ellas. Ningún sistema político es perfecto. Hasta la democracia en su máxima expresión se puede cuestionar según lo inspirada y preparada que esté la sociedad para tomar decisiones.

Un sistema político no llega de un día para otro. Hay que valorar otros indicadores de bienestar: La estabilidad política, la separación de poderes, el cumplimiento de las leyes dentro de un estado de derecho, que haya las mismas obligaciones y derechos para todos, el porcentaje total de la clase media, la cantidad y calidad de los servicios públicos, el liderazgo e innovación en el mundo, el nivel de educación, etc.

Todos estos indicadores están totalmente relacionados entre si. Lo de “menos” es el sistema político. Mientras haya una mínima unión, igualdad y solidaridad entre las personas de un mismo pueblo, y que haya una buena nota en los indicadores anteriores podemos darnos un canto en el pecho.

Por supuesto que el jefe de estado nos debe costar de forma proporcional, o menos, al nivel económico del país, y en último caso siempre ser conscientes que el pueblo es soberano, como es el caso de España.

No podemos exigir ver cambios profundos a nivel estructural o de funcionamiento social para simplemente satisfacer nuestras necesidades ideológicas. Hay que saber y comprender como hemos llegado hasta aquí, la cantidad de tiempo y sufrimiento que hemos tenido que pasar para tener una Europa con estados de derecho ejemplares.

No podemos ser como esos niños chicos que quieren las cosas ya, enseguida, incluso verlas en vida como si existieran esos superhéroes que son capaces de todo.

Y si realmente queremos que pase algo diferente habrá que involucrarse más en política, desde el buen talante. Lo que no hagan unos en política ya lo harán otros por ti.

Por ejemplo los nacionalismos en España tienen una cantidad de derechos que por cuestiones de desigualdad no se han tratado bien por mirar a otro lado, o porque convenía a algunos partidos políticos.

Igual pasa con la corrupción o con los excesos que puede ocasionar la monarquía. Y de esos lodos estos barros. Hay que valorar el esfuerzo de las generaciones pasadas y tener el empuje y el tacto para denunciar lo que no funciona sin dejar de cuidar eso tan delicado que es la paz que llevamos viviéndola en casi toda Europa desde hace 60 años.

Los verdaderos superhéroes son esos, aunque suene a tópico, esas personas que con su esfuerzo, tolerancia y valentía han levantado sociedades casi sin darnos cuenta. Desde los panaderos hasta los científicos, pasando inevitablemente por los buenos políticos o estadistas, que ven la sociedad desde un punto de vista diferente y claro para ejercer un liderazgo donde afrontar los retos del futuro.

Y todos esos superhéroes tienen una familia, un hogar, una escuela de vida y de amor, aunque suene un poco cursi. La familia está constituida por personas que en teoría se aman, que hablan y se comunican, que comparten y se sacrifican incondicionalmente.

La mayoría hemos sido construidos como personas en gran parte viviendo en familia, respirando el calor del hogar. En la familia hemos experimentado los primeros afectos y hemos saboreado la intimidad del “sentirse en casa”. En ella hemos aprendido a dar las gracias y a pedir perdón y permiso. Es verdad que no todos los niños y niñas pueden experimentar esto, pero aún en la diversidad de contextos y de culturas, se puede decir que la mayor parte de nosotros hemos vivido esta realidad de familia.

La familia es la escuela que prepara para la vida cuando se enseña y se aprende el diálogo, la comunicación y la comprensión. Es donde los hijos aprenden a escuchar, a conversar, a compartir e interesarse por las cosas del hogar, de la casa y de las personas. Y es inevitable que convivir, comprender, disculpar y perdonar vayan de la mano.

Cuando se favorece este clima, la familia se convierte en espacio de vida que busca el bien de los otros desde el respeto a cada uno. Se aprende a vivir situaciones que son antagónicas, pero que preparan para la vida: Fomentar la responsabilidad, la autonomía y la solidaridad, aprender también a conocer y experimentar los límites inevitables que nos va dando la vida, el cuidado de uno mismo y la búsqueda del bien, la capacidad de perdón, la disponibilidad para la comunicación, la escucha y el silencio respetuoso…

En definitiva si queremos un futuro mejor, donde se respire convivencia y tolerancia, empecemos por el escalafón más bajo y delicado.

Desde ahí aprenderemos a entender mejor este mundo que nos has tocado vivir y cambiarlo; y quizás no caer en esa distopía que todavía es Watchmen, que como novela gráfica sigue siendo totalmente recomendable, por supuesto.