Por José Viruete, @joseviruete En los 80, lo de ser fan del terror era, más que una afición, una militancia. Tus películas de culto no salían en la tele, ni el Fotogramas: como mucho en el Zona 84. Los americanos tenían la Fangoria, pero la afición por ver todas las pelis del videoclub no dejaba de ser una cosa del chico rarito de la esquina. Y no era raro que cualquier director se moviera rápidamente hacia pastos más verdes. En ese panorama, los fans se crecían, se organizaban y se reafirmaban en su diferencia.