La cámara es una frontera en sí misma, una barrera, si así se le puede llamar, que uno está echando abajo continuamente para aproximarse al tema que está fotografiando. Y al hacerlo sobrepasa unos límites, no sin cierta sensación de atrevimiento, de ir más allá, de estar siendo maleducado, de desear ser invisible.
Solo puedes cruzar al otro lado olvidándote de ti misma momentáneamente y siendo muy receptiva con los demás: por eso, como fotógrafa, estoy simultáneamente en dos mundos distintos. Esto es lo único que puedo decir sobre lo que siento cuando estoy tomando una fotografía: el resto permanece en el inconsciente.
Trangresión es la palabra que he estado buscando todo este tiempo.