Un joven que llevaba varios años viajando de ciudad en ciudad, conociendo mundo, descubriendo nuevas culturas... llegó un día a la plaza de un pequeño pueblo en el que observó cómo unas cuantas personas estaban debatiendo sobre lo que hay después de la muerte.
Le picó la curiosidad y decidió quedarse junto a ellos para descubrir las conclusiones del debate.
-Pues sí, tengo la creencia de que la vida después de la muerte debe ser mucho mejor que esta, pues aquí todo es aburrido, en realidad todo es sufrimiento -comentaba un hombre de mediana edad.
-Por supuesto -contestó otro que estaba sentado a su lado-, después de la muerte nos espera otra vida repleta de aventuras, una vida donde podremos realizar todos nuestros sueños.
-Así es -añadió un anciano sentado en un banco-, seguro que en esa otra vida podré conseguir mis objetivos, podré alcanzar todo lo que he soñado en esta vida pero no he llegado a tener.
Y así pasaron varias horas en las que todos los presentes coincidían en que la vida que les esperaba era mucho mejor que la que estaban viviendo.
Cuando ya comenzaba a anochecer, una de las personas más ancianas se dio cuenta de que había allí un joven al que no conocían, un joven que había estado escuchando durante toda la tarde el debate pero que no había pronunciado ni una sola palabra.
-Y tú, muchacho, ¿qué opinas de todo lo que aquí hemos hablado? -le preguntó mientras todos los presentes dirigían sus ojos hacia ese joven que había llegado al pueblo.
-¿Yo? -preguntó confuso el chico.
-Sí, tú, claro...
-Veréis, durante mi corta existencia, pues apenas tengo 25 años, me he dado cuenta de que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean que haya otra.
-Sí, es posible, pero qué piensas, ¿hay vida después de la muerte?
-¿Hay vida antes de la muerte? Esa sería la pregunta que os deberíais hacer cada día -contestó el joven mientras se levantaba, cargaba su mochila e iniciaba rumbo a una nueva aventura.
Adaptación de un cuento popular