"Aprendí que las posesiones que más valoraban tus semejantes eran un ilustre e intachable abolengo unido a una abundante riqueza. Un hombre era respetable si poseía al menos una de las dos cosas, pero sí carecía de ambas se le consideraba, salvo muy raras excepciones, un vagabundo y un esclavo condenado a desperdiciar sus energías en beneficio de unos pocos elegidos."
Mary Shelley; Frankenstein o el moderno Prometeo [1818] Volumen 2 capítulo V