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El día en que se hundió la inocencia
De ese año recuerdo la espera, era una sensación que lo llenaba todo como el tictac indetenible de una historia que estaba a punto de terminar. Más que el hambre, el calor del verano y los apagones, lo más difícil de soportar era ese prolongado paréntesis en que se habían convertido nuestras vidas. Y entonces llegaron julio y agosto de 1994. Los meses en que perdimos la poca inocencia que nos quedaba.
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