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Somos alcohólicos, pero no queremos ser anónimos
Leopoldo "Polo" Hernández Ibáñez es exprimer teniente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y esconde su pomito con ron barato porque viene un policía.
"Tengo cerca de 400 pesos de multas sin pagar; soy alcohólico, es una enfermedad incurable.
La adicción etílica puede conducir a ciertas exageraciones, pero no caben dudas de que ambos amigos fueron oficiales de las FAR y se jugaron la vida en tierras africanas.
"A los 20 años, era maestro de primaria", cuenta. "Me captaron para Angola, negarse significaba ser debilucho, contrarrevolucionario. Dados mis estudios, me dieron los grados de teniente. Estuve cinco años allá, regresé en 1988, cuando me sorprenden con una corte marcial, llamada Tribunal de Honor".
¿Motivos?
"Mi esposa y mi hija se habían sacado el bombo—lotería migratoria hacia EEUU—, ellas se fueron, yo no quise hacerlo, pero guardé silencio. Lo consideraron un acto de traición.
"Tengo cerca de 400 pesos de multas sin pagar; soy alcohólico, es una enfermedad incurable.
La adicción etílica puede conducir a ciertas exageraciones, pero no caben dudas de que ambos amigos fueron oficiales de las FAR y se jugaron la vida en tierras africanas.
"A los 20 años, era maestro de primaria", cuenta. "Me captaron para Angola, negarse significaba ser debilucho, contrarrevolucionario. Dados mis estudios, me dieron los grados de teniente. Estuve cinco años allá, regresé en 1988, cuando me sorprenden con una corte marcial, llamada Tribunal de Honor".
¿Motivos?
"Mi esposa y mi hija se habían sacado el bombo—lotería migratoria hacia EEUU—, ellas se fueron, yo no quise hacerlo, pero guardé silencio. Lo consideraron un acto de traición.
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