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Contestación a un mediocre periodista de El Mundo
Deseo expresar en público mi indignación por la osadía, la irresponsabilidad y la indecencia moral con las que se manifiesta Víctor de la Serna, en su habitual columna del El Mundo del día 13 de agosto, sobre mi persona.
1. Es miserable que este señor se refiera al asunto de Guinea Ecuatorial, cuando ya es notorio que fue una pura difamación de Felipe González y Enrique Múgica, para apartarme del camino de la ruptura democrática del franquismo, de la que yo era inspirador de la estrategia y protagonista en la acción.
2. Jamás he podido ser tan idiota como para creer que yo inventé el sistema mayoritario de elección de los diputados.
3. Hay que ser inculto en materia política para desconocer que no fue en el siglo XII, como dice Víctor de la Serna, sino en el XIV, cuando Marsilio de Padua fundamentó, por primera vez, la posibilidad jurídica de que una persona pudiera ser representada por otra (Defensor Pacis 1324).
4. Victor de la Serna cita, como si fuera fuente de autoridad en materia electoral, a Maurice Duverger, quien no fue creador, sino mero expositor de los tres sistemas electorales (proporcional, mayoritario a doble vuelta y por mayoría simple), para concluir que el bipartidismo era consecuencia del sistema mayoritario a doble vuelta.
Duverger fue mi amigo. En una cena en Paris con D. Juan de Borbón, Conde de Barcelona, le dijo a éste, que mis ideas sobre la representación electoral por mayoría a doble vuelta, junto con la elección directa del Presidente del Gobierno por los ciudadanos, hubieran sido el sueño de Benjamin Constant.
Hoy no estoy solo, como me encontré a finales de 1976. No son centenares, sino miles de personas muy cualificadas, quienes se declaran mis seguidores, por no decir discípulos, no sólo de mi obra escrita, sino también de mi acción política pasada y actual. No soy responsable de las reacciones pacíficas, pero inequívocas, de mis seguidores contra El Mundo, por haber acogido en una de sus principales columnas la calumnia sobre mi actuación por la independencia de Guinea Ecuatorial y el menosprecio por mi personalidad intelectual. Pese a mi demostrada capacidad de resistencia ante la adversidad no puedo ocultar el dolor que me produce ver cómo, todavía en vida, soy difamado en un periódico del que también fui columnista, y donde además, se bloquean las cartas al director enviadas por mis seguidores.
1. Es miserable que este señor se refiera al asunto de Guinea Ecuatorial, cuando ya es notorio que fue una pura difamación de Felipe González y Enrique Múgica, para apartarme del camino de la ruptura democrática del franquismo, de la que yo era inspirador de la estrategia y protagonista en la acción.
2. Jamás he podido ser tan idiota como para creer que yo inventé el sistema mayoritario de elección de los diputados.
3. Hay que ser inculto en materia política para desconocer que no fue en el siglo XII, como dice Víctor de la Serna, sino en el XIV, cuando Marsilio de Padua fundamentó, por primera vez, la posibilidad jurídica de que una persona pudiera ser representada por otra (Defensor Pacis 1324).
4. Victor de la Serna cita, como si fuera fuente de autoridad en materia electoral, a Maurice Duverger, quien no fue creador, sino mero expositor de los tres sistemas electorales (proporcional, mayoritario a doble vuelta y por mayoría simple), para concluir que el bipartidismo era consecuencia del sistema mayoritario a doble vuelta.
Duverger fue mi amigo. En una cena en Paris con D. Juan de Borbón, Conde de Barcelona, le dijo a éste, que mis ideas sobre la representación electoral por mayoría a doble vuelta, junto con la elección directa del Presidente del Gobierno por los ciudadanos, hubieran sido el sueño de Benjamin Constant.
Hoy no estoy solo, como me encontré a finales de 1976. No son centenares, sino miles de personas muy cualificadas, quienes se declaran mis seguidores, por no decir discípulos, no sólo de mi obra escrita, sino también de mi acción política pasada y actual. No soy responsable de las reacciones pacíficas, pero inequívocas, de mis seguidores contra El Mundo, por haber acogido en una de sus principales columnas la calumnia sobre mi actuación por la independencia de Guinea Ecuatorial y el menosprecio por mi personalidad intelectual. Pese a mi demostrada capacidad de resistencia ante la adversidad no puedo ocultar el dolor que me produce ver cómo, todavía en vida, soy difamado en un periódico del que también fui columnista, y donde además, se bloquean las cartas al director enviadas por mis seguidores.
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