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La verdad sobre el porno
“¡corten!”, gritó irritado el director.
Los actores se detuvieron con cara de fastidio.
“¿Qué pasa ahora?”, preguntó el protagonista, un tal Rocco, o Pietro, o algo así.
Qué va a pasar. Que eso es una mierda de erección. esto tiene que ser una película guarra, no una de pena, joder. Vaya puta mierda de pilila que nos has traído hoy. Te tengo dicho que nada de follar en casa antes del rodaje. ¡Te lo he dicho un millón de veces!”
El protagonista negaba con la cabeza, tratando de defenderse.
“De eso nada, jefe. hace una semana que no mojo. Pruebe usted aponerse aquí, delante de dos cámaras, cinco focos, un tío diciéndote como la tienes que meter y todo el estudio mirando. Póngase, tío cojonudo y me cuenta luego qué le parece”.
“Eso, eso”, dijo la protagonista mientras se pellizcaba los pezones para que no se le ablandaran.
El director no se acobardaba fácilmente.
“Ni me pongo yo a follar ni tú detrás de la cámara. Cada uno en lo suyo. Y yo detrás de la cámara cumplo, así que tú ya te estás espabilando o te la entablillo”.
Rocco hizo un gesto con la mano, eufemismo de corte de mangas. Pero el director no había terminado todavía, ahora se dirigió a la chica, Vanessa de nombre, o Amanda, o Jasmín. Uno de esos nombres de actriz porno.
“Y tú, a ver si mueves el culo un poco, que correrse no es todo gritar y hacer muecas, joder. ¡Parece que estás en el ginecólogo, cago en la puta! ¡Un poco más de brío, un poco más de garbo!
“Es que no tengo ganas”, contestó ella.
“¿Y te crees tú que los obreros de la construcción tienen ganas de tirar de pala?, ¿que cavan zanjas porque les mola? Menos cuento y un poco de profesionalidad, hostia, que me tenéis negro hoy. Negro.”
Todo el mundo guardó silencio. El director miró a su alrededor y se dispuso a continuar con el trabajo.
“Venga, tú: encima de ella y nada de flojerías. Motor. Cámara. Acción.”
Los actores se detuvieron con cara de fastidio.
“¿Qué pasa ahora?”, preguntó el protagonista, un tal Rocco, o Pietro, o algo así.
Qué va a pasar. Que eso es una mierda de erección. esto tiene que ser una película guarra, no una de pena, joder. Vaya puta mierda de pilila que nos has traído hoy. Te tengo dicho que nada de follar en casa antes del rodaje. ¡Te lo he dicho un millón de veces!”
El protagonista negaba con la cabeza, tratando de defenderse.
“De eso nada, jefe. hace una semana que no mojo. Pruebe usted aponerse aquí, delante de dos cámaras, cinco focos, un tío diciéndote como la tienes que meter y todo el estudio mirando. Póngase, tío cojonudo y me cuenta luego qué le parece”.
“Eso, eso”, dijo la protagonista mientras se pellizcaba los pezones para que no se le ablandaran.
El director no se acobardaba fácilmente.
“Ni me pongo yo a follar ni tú detrás de la cámara. Cada uno en lo suyo. Y yo detrás de la cámara cumplo, así que tú ya te estás espabilando o te la entablillo”.
Rocco hizo un gesto con la mano, eufemismo de corte de mangas. Pero el director no había terminado todavía, ahora se dirigió a la chica, Vanessa de nombre, o Amanda, o Jasmín. Uno de esos nombres de actriz porno.
“Y tú, a ver si mueves el culo un poco, que correrse no es todo gritar y hacer muecas, joder. ¡Parece que estás en el ginecólogo, cago en la puta! ¡Un poco más de brío, un poco más de garbo!
“Es que no tengo ganas”, contestó ella.
“¿Y te crees tú que los obreros de la construcción tienen ganas de tirar de pala?, ¿que cavan zanjas porque les mola? Menos cuento y un poco de profesionalidad, hostia, que me tenéis negro hoy. Negro.”
Todo el mundo guardó silencio. El director miró a su alrededor y se dispuso a continuar con el trabajo.
“Venga, tú: encima de ella y nada de flojerías. Motor. Cámara. Acción.”
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