El déficit del conjunto de Administraciones Públicas en la primera mitad de 2022 se sitúa en el 2,30% del PIB por la positiva evolución de la economía, que ha repercutido en un excelente comportamiento de mercado laboral, lo que está propiciando una fuerte elevación de la recaudación por impuestos directos (como el IRPF) y cotizaciones sociales a la que se suma la excepcional marcha de la recaudación por impuestos indirectos (como el IVA) que se ve magnificada por la alta inflación (más datos en elgorgojorojo.wordpress.com/2022/10/03/deficit-de-las-aapp-hasta-media).
Respecto a los impuestos que recaen sobre el consumo (como el IVA), el alza en el nivel de precios está teniendo un efecto que podríamos llamar de "impuesto a la miseria" o "recaudación procedente del infierno". Explico el porqué.
Supongamos que una persona consume un producto básico que costaba 100 unidades monetarias (u.m.) antes de la escalada de precios a las que había que añadir 21 u.m. en concepto de IVA. Si el precio antes de impuestos de ese producto se ha incrementado en un 10% hasta 110 u.m. (ya sea por mayor coste de la materia prima, de los salarios de los trabajadores o del margen empresarial), tenemos que el consumidor pagará por lo mismo: 110 + 21% por IVA = 133,1 (precio final)
Desglose del precio final: 100 (precio inicial) + 21 (IVA) + 10 (inflación) + 2,1 (impuesto a la miseria)
El término en negrita, que se corresponde con el incremento de la cantidad destinada a IVA por causa de la inflación, es lo que llamo "impuesto a la miseria" puesto que no tiene una base real (sino nominal) y que afecta a ricos y míseros por igual en términos absolutos, pero que relativamente es más oneroso para los humildes.
El alza de la recaudación por IVA puede ser causa de la elevación del tipo impositivo (El Gobierno de Rajoy lo subió en 2012 del 18% al 21% para tratar de enderezar la situación fiscal) o de la base imponible “nominal” que es el trabajo que la inflación le ha hecho al Gobierno Pedro Sánchez sin necesidad de modificaciones legales, por lo que la llamo "recaudación procedente del infierno" (del infierno de la inflación, claro está).
Así, por ejemplo, la recaudación por IVA hasta la mitad de este año es superior a la del mismo periodo del ejercicio precedente en 9.016 millones de los que alrededor de 8.000 millones -estimo- pueden atribuirse al consumo privado, con un reparto entre su crecimiento real y el aumento de precios de 2.300 y 5.700 millones, respectivamente. Es decir, extrapolando al todo el ejercicio los resultados de mitad de año, la inflación tendrá un efecto recaudatorio por IVA sobre el consumo privado (hogares más instituciones privadas sin fines de lucro) de cerca de 12.000 millones.
En base a los anteriores razonamientos, a fin anular el "impuesto a la miseria" que se ha aplicado sobre "humo", me parece una medida muy razonable la de reducir el tipo impositivo de productos básicos del 10% al 4% (aunque beneficie por igual, en términos absolutos, a ricos y a humildes, porque la repercusión relativa para estos últimos es mucho más intensa). Esto me resulta más ecuánime que aplicar la "recaudación procedente del infierno" a recuperar todo o parte del poder adquisitivo de ciertos colectivos como pensionistas, empleados públicos, etc. a costa de la pérdida inflingida a todos, incluida por tanto, la etérea "clase media trabajadora". Respecto al problema de la inflación no queda otra que ir a un pacto de rentas (márgenes empresariales y salarios) en el que sus incrementos queden por debajo del IPC menos la inflación importada (ésta nos la tenemos que “comer con patatas”, porque la ganancia que conlleva se la quedan no residentes, por ejemplo, los productores de gas como Rusia) que estaría en torno al 4,8%, según mis estimaciones.
Es decir, que los beneficios empresariales y los salarios deberían incrementarse por debajo del 3,7% (con los datos de mitad de año) si queremos que la espiral inflacionista (precios-salarios-precios) tenga un trayectoria centrípeta (hacia el 0% o la anulación) y no centrífuga (hacia el infinito).