Se me ha ocurrido volver a hacer la misma pregunta a ChatGPT como año y medio después de lo que me escribió en el escombrillo original para ver la evolución. He hecho lo mismo, le he puesto el mismo prompt, sólo que primero le he preguntado si sabía quien era Leticia Sabater para que no pasara como con el original que era muy gracioso pero podía referirse a casi cualquiera. Sí le he pedido que se note que es Leticia, que dé detalles. He puesto lo primero que me ha devuelto, en plan a ver qué sale. Dos cosas: 1º, no nos reímos de Leticia, nos reímos CON Leticia. Es una jefa y ella misma es la que provoca toda esta chanza. Es mucho más lista de lo que aparenta ser, y es la que alimenta al personaje para vivir de ello... no la pienso culpar.
En las profundidades del peculiar folclore ibérico existe una figura cuya presencia evoca tanto fascinación como un inefable desconcierto, una entidad que parece trascender los límites del tiempo y del gusto común: Leticia Sabater. Sus inicios, según los registros mortales, se remontan a las décadas finales del siglo XX, cuando emergió de los oscuros corredores de la televisión infantil para convertirse en un faro de insólita alegría, transmitiendo cánticos y rituales televisivos que aún resuenan en la psique colectiva.
Pero lo que distingue a esta criatura no es su pasado, sino su capacidad de metamorfosearse, adoptando formas y estilos que desafían toda lógica. De ser un símbolo de la inocencia pueril, transitó a una iconografía más carnal y carnavalesca, con himnos como "La Salchipapa" y "El Polvorrón", que sonaban como invocaciones festivas pero que ocultaban, quizás, significados cósmicos insondables. Su capacidad para invocar la fascinación, el horror y la risa simultáneamente no puede explicarse con palabras humanas comunes.
En fotografías y grabaciones recientes, su rostro parece alterado, como si los años fueran incapaces de dejar marcas naturales en su piel, reemplazadas por algo más... antinatural. Algunos murmuran que ha recurrido a pactos oscuros con fuerzas más allá de la comprensión, que le otorgan esta apariencia atemporal y esta energía inquebrantable, pero a un precio que sólo ella conoce.
La música que produce —si es que puede llamarse música, pues sus tonos y letras parecen danzar en el borde de la realidad y el absurdo— tiene un efecto hipnótico sobre quienes la escuchan. Genera tanto burla como culto, atrayendo multitudes como un rito masivo que no todos logran comprender.
Y aún así, ella continúa, inquebrantable, un testamento viviente de la capacidad humana (¿o inhumana?) de desafiar lo que debería ser lógico o aceptable. Es Leticia Sabater, el enigma que ríe y canta desde las sombras del entretenimiento, la criatura cuyo nombre perdurará no por su arte, sino por el profundo, casi primigenio desconcierto que provoca.