«¿No ves que la novedad del clima y de las aguas ataca a los que viajan lejos de su patria y de su hogar…? (Nonne vides etiam caeli novitate et aquarum temptari procul a patria quicumque domoque adveniunt…?)» (Lucrecio." De rerum natura".)
Desde antiguo se observó que las personas enfermaban cuando viajaban a lugares lejanos de su patria. Las legiones que volvían de países remotos trajeron al imperio romano las pestes que contribuyeron a su decadencia. Fueron los gérmenes y no los germanos quienes causaron los males del imperio y estos gérmenes fueron traídos de tierras remotas por el afán de conquista de los pobladores del Lacio.
Fue quizá por eso por lo que los griegos (Hipócrates) llamaron a este fenómeno «epidemia», que, literalmente, significa «estancia en un pueblo», como fácilmente intuirá quien se percate de la presencia de la palabra "pueblo" (demos, como en democracia) y el prefijo epi- que, habitualmente significa "sobre" pero que en este caso significa "estar en o cerca de un sitio". Obviamente la «epidemia» es un fenómeno netamente humano (afecta al "demos") pues, si afecta a los animales se llama "epizootía" o "epifitia" si afecta a las plantas.
Pensaban los antiguos desde Homero, como primera fuente escrita que yo conozca, que las epidemias son castigos de los dioses pero, seguramente, la fina intuición hipocrática fue mucho más acertada: en las epi-demias como en las demo-cracias la máxima responsabilidad de lo que ocurre es del pueblo, de ese ente soberano que elige a las personas que le gobiernan y a los males que le afligen. Hemos elegido políticos corrompidos y hemos decidido vivir en un ecosistema corrompido también; envenenamos la política con las ideologías que nos envenenan y envenenamos la atmósfera y los mares con el veneno consumista que nos degrada.
No hay nada que no esté interconectado en la pequeña casa que el ser humano habita en el universo; si tocas una planta tocas el mundo y no hay acción en este pequeño rincón de la galaxia que no sea causa de una consecuencia. Las epi-demias, como intuyó Hipócrates, están entre nosotros.
Ayer noche, mientras paseaba, veía los bares llenos de gente sin mascarilla y sin guardar la distancia de seguridad y pensé que sí, que el genio griego tenía razón, que la epi-demia es demo-crática y que todos aquellos que de aquella forma llenaban las calles estaban votando con su acción qué futuro iban a tener.
Pero no me hagáis mucho caso, al fin y al cabo esto que os cuento no son más que historias viejas.